12. Felicidad

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¡¡Advertencia!! En este capítulo hay una pequeña escena erótica.

Temía despertar y encontrarme sola. Pero, cuando tanteé la cama, hallé el pecho de Zula. Bajaba y subía lentamente. No era un sueño. Él estaba conmigo de verdad. Habíamos pasado la noche juntos.
— Buen día. — susurró.

Alcé la mirada. Él tenía los ojos cerrados, pero estaba despierto. Me abrazó y me acarició el pelo.

— Buen día. — respondí.

— ¿Cómo durmió la señorita?— preguntó Zula.

— Bien... muy bien.

— Me alegro. ¿No te arrepientes?

— Claro que no. ¿Y tú?

— No.

Apoyé la mejilla en su pecho.
— No sabía que podía ser tan bueno. — le dije.

— Puede ser mejor. — contestó Zula.

— ¿De verdad? ¡Enséñame!

— Ahora no. Deja que me bañe al menos.

Como protesta deslicé mi mano entre sus piernas y froté esa parte que le encantaba.

— No, Halima. — Zula jadeó.

— Todos los hombres son iguales. — dije con fingido reproche.

— Es que es muy sensible... ah... no... no hagas eso...

Pero yo había aprendido los movimientos la noche anterior y sabía qué hacer para enloquecerlo. De inmediato ya estaba húmedo. Separé con mis dedos los labios de su sexo y lo acaricié por dentro. Era muy caliente y apretado. Mientras, seguía frotando su parte favorita.

— Oh, maldita seas. — gruñó.

Todo su cuerpo se retorció y ahogó un grito, mordiéndose el brazo. Aparté mis dedos húmedos y los agité frente a su cara.

— Oh, ya vas ver. — Zula me arrojó contra la cama y hundió su cara entre mis piernas.

Me hizo llegar al éxtasis con su lengua al menos cuatro veces. Luego me dejó allí, temblando y empapada en sudor. Cuando regresó del baño, con el pelo suelto y húmedo, yo seguía inmóvil entre las sábanas.

— Eso te pasa por jugar con fuego. — dijo Zula, riendo.

Me llevó cargada hasta el baño y me dejó en la tina. El agua estaba caliente y me sumergí hasta la barbilla. "Algún día tendré una bañadera enorme", pensé. De hecho, sólo había tenido un baño grande en Keergahn, durante la estafa a Bekir Yusuf. Pero eso no importaba. Era más feliz que nunca en esa tina diminuta, junto a Zula.

Él estaba sentado en el borde. Su abundante pelo rizado llegaba hasta la cintura. Dejé que me lavara con la esponja mientras seguía hundida en el agua, abandonaba al exquisito sopor. Miraba su pecho y sus brazos, lo escuchaba tararear una canción. Me hubiera gustado pasar el día entero con él, abrazándolo y besando cada rincón de su cuerpo. Fue un sacrificio enorme salir de la tina y vestirme. Zula, todavía desnudo, se peinaba frente al espejo.

— Ve tú primero. — me dijo. — No queremos levantar sospechas.

— Claro, Garth no puede saber. — contesté sin ánimo.

— Lo mantendremos profesional, ¿recuerdas?

— Sí, por supuesto.

Fui hasta la ventana y dejé entrar el sol. Vi los techos de las casas vecinas y un barco perdiéndose en el horizonte. El mundo era más bello ese día.

Halima: la serpiente y el mago Donde viven las historias. Descúbrelo ahora