Estuve convaleciente por unos días. Zula visitaba a diario mi cuarto para distraerme con su música y mantenerme al tanto de la situación. Pero yo no quería verlo ni hablar con él. Me giraba hacia la pared y fingía dormir, hasta que él se iba. El té relajante me ayudaba a dormir y olvidar, al menos por unas horas, la vergüenza. Había jurado ser fuerte y no volver a llorar, aunque tuviera que asesinar el último vestigio de humanidad.Yo no sería capaz de transformarme en hechicera y, honestamente, no quería serlo. Me gustaba danzar. Me gustaba ser una dama elegante y rica. Alguna vez consideré aprender magia, pero desde que vi los recuerdos de Zula ya no me apetecía igual que antes. Y sufría por ello. Me sentía débil. "Si fuera distinta, si hubiera nacido como una reina del desierto, si fuera mejor, entonces podríamos estar juntos". Pero yo, la serpiente, la asesina, estaba lejos de aquel ideal. Para mí no habría final feliz.
A la tercera noche, harta de mi propia debilidad, salté fuera de la cama y arrastré mi cuerpo al baño. Yo tenía un aspecto horrible, con círculos negros bajo los ojos y el pelo como un nido revuelto. Esperé a que el agua tibia llenara la bañera enorme, con suelo de mosaicos formando una pintura de serpiente esmeralda entre flores rosadas. Yo había elegido personalmente aquel diseño. "La serpiente va sola". Dejé que el agua me cubriera hasta la barbilla y floté lejos. Me vi en los brazos de Zula. Vi su cara entre mis piernas. Me vi devorando su boca. Y lo aplasté. Lo maté.
Acabado el baño, me arreglé el cabello y me vestí con un traje negro, de pronunciado escote delantero y uno incluso más amplio en la parte de atrás. Podía verse la línea de mis glúteos asomando. Complementé la imagen con un simple collar plateado y unos aretes. Así dejé mi cuarto y bajé la escalinata, pisando firme en los zapatos negros de tacón.
El viento hizo flotar mi vestido cuando Zula apareció en mitad del salón. Traía su pecho al descubierto y sólo aquella especie de falda negra abierta a los lados. Me examinó arqueando una ceja.
— Te has recuperado muy bien. — observó. — ¿A dónde vamos?
— Yo voy al barrio rojo. — contesté. — Y no recuerdo haberte invitado.
— No has hablado conmigo en tres días. Pensé que ibas a morir. No imaginas lo angustiado que...
— No me importa. Dije que te amaba. Tú me rechazaste. Fin.
— Halima...
— No podemos estar juntos, ya lo sé. Te irás con tus elfos celestes y yo haré que Xeer caiga a mis pies. Tenemos objetivos muy diferentes en la vida.
El brujo apretó los labios, como reprimiéndose. Cruzó los brazos y me dio la sonrisa torcida más altanera que había visto.
— Es verdad. Tú y yo somos muy distintos. Me alegra que estemos en la misma página.
— Así es. — dije, sonriendo también.
— Volvemos a ser compañeros de trabajo y nada más.
— Nada más.
Él levantó ambas manos en un gesto reconciliador.
— Muy bien. Puedes ir tú sola al barrio rojo. Pero antes déjame cambiar el aspecto de tu cara. Ya has provocado suficientes escándalos.
— Exacto, ya he arruinado mi reputación. — dije encogiendo los hombros. — No me importa lo que piensen.
— Pero somos compañeros de negocios. Si perdemos público y dinero, yo también sufro.
Torcí los ojos y exhalé, dejándole ver cuánto me aburría su preocupación.
— Haz lo que te dé la gana, brujo. Pero date prisa. No me hagas perder el tiempo.
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Halima: la serpiente y el mago
FantasyNo puedes borrar el pasado. Tus crímenes siempre volverán a cazarte. Eso aprenderá Halima a sangre y fuego, mientras intenta labrarse un futuro mejor. El destino junta las vidas de Halima, asesina y estafadora, y Zula, un mago de orígenes misterios...