11. Éxtasis

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¡¡Advertencia!! En este capítulo hay escenas eróticas explícitas.

Yo bailaba en el fuego y la luz. Mis brazos eran alas de ave fénix. Veía el asombro en cara del público y escuchaba sus gritos. Mi cuerpo ya no era humano, sino un reflejo de los caprichos del mago Zula. Un trozo de piel, un ojo esmeralda, cabello negro desparramado. Deseada e inalcanzable. Todo el miedo se fue y no hubo más que dicha.

Fui ave, fui serpiente, fui humo, fui luz. Mis joyas resplandecían con el vaivén de caderas, giros y piruetas alrededor del escenario. Como reina indiscutible, yo mandaba en los corazones de cada espectador. "Esto es poder", me dije, viendo el deseo en las miradas. Era libre y dueña de mí misma.

Zula bailaba también. Cantaba los hechizos con su hermosa voz profunda. A cada toque de su lira, transformaba los conjuros y, por tanto, a mí. Yo seguía el rumbo de su mirada y asumía la posición necesaria para dejar actuar la magia en mi cuerpo. Éramos uno, conectados a un nivel sobrehumano.

Para finalizar, nos elevamos juntos sobre el escenario, entrelazados con un baile de telas rojas y negras. Alrededor danzaba la mágica luz dorada. El público gritaba, pero yo sólo me veía en ojos de Zula. Él sostenía con firmeza mi cintura y yo lo envolvía con mis piernas. Sentí que ya no respiraba. Sentí que me iba...

— Estás aquí. — dijo Zula, estrechándome contra su pecho.  — Estás aquí, Halima.

Cerré los ojos y acepté la última descarga de su magia. Dejé que me llenara su luz y alcancé la gloria en un parpadeo. Me deshice en el humo, justo cuando estallaban los aplausos y caían las cortinas.

Sentí el suelo bajo mis pies. Zula aún rodeaba mi cintura con su brazo.
— ¿Estás bien?— preguntó.

— Sí. — murmuré sin aliento.

Me llevó fuera de las cortinas, hacia el clamor de voces. Todo el público vitoreaba enloquecido. Me sobrecogí ante los cientos de rostros y los frenéticos aplausos.

— ¡Muchas gracias!— exclamó Zula.

Pero yo, como habíamos practicado, sólo incliné mi cabeza y les di una fría mirada. Aunque mi corazón latía muy rápido. Aunque estaba a punto de caer desmayada.

Zula me llevó al camerino. Las bailarinas nos recibieron con aplausos y nos hicieron lugar.
— La próxima vez tendrás un cubículo privado. — aseguró el mago Zula.

Yo asentí fríamente, de acuerdo al papel, y tomé asiento. Pronto el lugar estuvo lleno con flores y regalos de los espectadores. Me sentía abrumada y feliz.

— Solo quiero ir a casa. — le dije a Zula.

Él me ayudó a cambiar y nos fuimos en un coche por la puerta trasera.

En mi cuarto no cabían todas las flores y tarjetas. La emoción no me dejaba dormir, así que estaba sentada en mi cama. Zula llenó mi copa y brindamos.

— ¡Por una noche de éxito!

Vacié la copa de un trago.
— Creí que iba a morir de los nervios. — le confesé.

— Sabía que lo harías bien. — respondió Zula.

Él no se había cambiado el traje. Ahora que estaba más relajada, sólo pensaba en quitarle una a una las piezas de tela y ver su cuerpo desnudo. Le pedí que rellenara mi copa, agitándola en el aire.
— ¿Cuándo será el próximo evento?— pregunté.

— Tengo que hablar con el dueño del teatro. — dijo Zula. — Pero, a juzgar por el éxito, imagino que tendremos lugar dos veces por semana.

— Habrá que ensayar nuevos números.

Halima: la serpiente y el mago Donde viven las historias. Descúbrelo ahora