29. Seremos felices

8 3 2
                                    

— El amo dice "tienes que morir".

Yo estaba inmóvil contra la pared y mi aliento salía en forma de nubes blancas. Era doloroso respirar a causa del frío. Esa criatura, el espectro de Faran, me hablaba desde el techo. Había una mancha negra encima de mí y aquel ser emergía cubierto de una sustancia pegajosa y oscura. No tenía forma definida. Era una masa babosa y pestilente.

— El amo dice "tienes que morir".

Extendió hacia mí lo que parecía una garra terminada en uñas afiladas. Me atravesaría la garganta de un solo golpe. Era el fin.

— Tienes que morir.

Lanzó un ataque y lo último que vi fueron las uñas viniendo a mi cara, listas para sacarme los ojos.

Desperté gritando y caí de mi cama enredada en las sábanas. Otra pesadilla, maldita sea. Abrí las ventanas y dejé entrar el sol. Desde allí vi a Garth y Zula correteando por el jardín. "Se han arreglado al fin", pensé. Era un alivio que todo volviera a la normalidad, aunque fuera sólo por unas semanas. Hasta que se fueran para siempre. Mi corazón brincó de alegría con esa imagen de ellos jugando felices. Estarían bien sin mí. Yo no era parte de esa familia, después de todo. Jamás lo fui.

Me vestí para el entrenamiento y bajé a desayunar. Asha esperaba junto a la mesa servida.

— Buenos días, señorita Halima. —retiró una silla para mí. — Hoy a dormido bastante.

— Buenos días, Asha. — me senté. — No he descansado bien últimamente. Demasiado trabajo...

— Debería tomarse el día, señorita.

— Imposible. Tenemos un gran espectáculo el mes próximo y hay que ensayar.

— ¿Hoy vendrá el señor Bozdağ?— inquirió Asha, sonriendo con malicia.

— No, pero lo veré más tarde en la ciudad. — respondí. — Vamos a nuestra joyería.

— ¡Oh, qué emoción!— exclamó Asha, y sus orejas verdes se tiñeron de rojo. — El señor Bozdağ es tan amable y apuesto. Es muy afortunada, señorita Halima.

— Supongo. — removí el té sin mucho ánimo.

— ¡Lo es! Hay damas en esta ciudad que matarían por una cita con él

— ¿Sí?

— Sí.

Asha alzó la cabeza con orgullo.

— Hablo con otras sirvientas en el mercado y oigo los chismes. Tienen celos de mí, porque sirvo en esta casa.

Bajó la voz, haciendo chirriar sus enormes dientes.
— Aunque tener al brujo y a ese... lagartijo no le da buena imagen, señorita.

— ¿Zula y Garth?— sonreí. — Los adoro. Son mis amigos.

— Pero...— Asha se retorció las manos. — El brujo ese trabajó para el Caos. No puede confiar en él. Y el lagartijo...

— Garth. — la corregí, empezando a sentirme incómoda.

— ... es una vergüenza para los kobolds. — terminó Asha, vehemente. — Con ese tamaño no puede servir.

— Garth es bondadoso e inteligente, y será un gran mago. — le aseguré.

— Jum. — gruñó Asha. — Eso va en contra de la naturaleza. Nuestro poder está al servicio de nuestro amo. Yo, por ejemplo, tengo la fuerza para llevar esta casa y magia curativa para sanar a mis niñas, o a usted, si hiciera falta. Desear más va en contra de las tradiciones.

Halima: la serpiente y el mago Donde viven las historias. Descúbrelo ahora