5. La oferta

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¿Una dama? ¿Yo? Estaba esperando que fuera un chiste pero Zula no reía.

— ¿A qué te refieres?— pregunté.

— Primero ve a bañarte y deshazte de la ropa envenenada. — me dijo Zula. — Después hablaremos.

Me llevó del brazo hasta la puerta que Garth había usado y que daba a un pasillo.
— El primer cuarto a la derecha. — me indicó. — Ya el baño está listo. No toques nada, Halima. En serio. — enfatizó desde el umbral.

— Está bien. — respondí antes de cerrar la puerta en sus narices.

Aquel no se parecía a los grandes baños con piscinas de agua caliente de las personas ricas en Keergahn. Era una habitación con paredes de roca negra que le daban aspecto de cueva. En el suelo estaba la bañera con plantas y frascos alrededor. Había toda clase de cremas y aceites perfumados. Al fondo, un retrete. Una toalla y un camisón esperaban por mi colgados en una percha.

— Gracias, Garth. — susurré.

El niño se había arriesgado por mí, una total desconocida. ¿Por qué? Tía Hanane, Deniza, Garth. ¿De dónde venían las personas amables y desinteresadas? ¿Cómo sobrevivían en este mundo cruel? Bueno, Garth tenía a Zula. Tía Hanane y Deniza ya estaban muertas. Por ingenuas.

Mi cuerpo adolorido agradeció el agua caliente. No sé que le había puesto Garth, pero todas mis heridas se esfumaron. Incluso el dolor en mis partes íntimas desapareció. Me lavé el pelo y froté cada rincón de piel. Quería eliminar toda huella de mis agresores. Dejé ir el miedo y el asco, no iban a ganarme. Yo era mejor. Yo vivía y ellos no. A la mierda esos cabrones.

No pude resistir la curiosidad y abrí uno por uno los frascos. Olían muy bien. Zula no iba a extrañar unas gotitas. Me las puse en el cuello, las muñecas y los tobillos. Me vestí y salí con el pelo suelto y húmedo. Era de nuevo hermosa, pero el asco, el sentimiento de impureza, no me dejaba en paz. Había sido juguete de mi esposo durante casi dos años. ¿Por qué era distinto ahora? Un hombre o tres. ¿No era todo lo mismo?

Volví al salón principal. Garth y Zula esperaban sentados alrededor de una mesa que antes no estaba. El aroma de la comida me abrió de nuevo el apetito.

— Ya eres un ser humano. — dijo Zula. — Al menos en apariencia.

Torcí los ojos y fui a sentarme junto a Garth. El niño tenía las orejas coloradas.

— ¿Ya te sientes mejor?— preguntó.

Abrí la boca:

— Sí, gracias.

Pero no era mi voz.

— ¿Qué rayos...?

Era una voz masculina y profunda. Miré a Zula, que se estaba atragantado de risa.

— ¡¿Qué pasa?!— rugió la voz de hombre que salía de mí. 

— Te advertí que no tocaras mis cosas. — dijo Zula, llevándose a la boca un trozo de carne.

— ¡¿Qué clase de magia es esta?!

— No te importa. No debiste tocar mis cosas.

Respiré hondo.

— ¿Hasta cuando voy a estar así?

— Depende. — replicó Zula. — ¿Cuánto usaste?

— Unas gotas.

— Oh, descuida. Mañana habrá pasado el efecto.

Me señaló con el tenedor y añadió con una risita:

— Vas a sentir un cosquilleo... ahí debajo. Pero es temporal.

Garth enrojeció de nuevo.

— ¿Por qué tienes esos brebajes?— le pregunté a Zula.

— No te importa. — dijo él. — Vayamos al grano.

Me removí en la silla, furiosa, mientras llenaba mi plato con viandas y carne. Por la forma en que Garth devoraba su comida, supuse que no tenía veneno.

— Te escucho. — le dije a Zula.

— Estoy pensando viajar a Xeer y abrir un espectáculo de ilusionismo. — dijo él. — Necesito una compañera.

Zula llenó mi vaso con vino.

— Serás la estrella de mi espéculo y ganarás dinero suficiente para vivir como una dama. No más estafas. No más huir ni esconderse.

Mmm... Sería una dama y por derecho propio, como siempre había soñado. Era demasiado bueno.

— ¿Y tú que ganas?— le pregunté a Zula, olfateando el vino con desconfianza.

— Tengo una fama que me precede. — contestó Zula. — Llenaré salones en donde sea que me presente y haré una fortuna. Podré costearme los estudios de Garth en la mejor academia de elfos celestes.

El niño devoraba su comida, sonriendo de oreja a oreja.

— Nos iremos al sur y viviremos sin dificultades por muchos años. — continuó Zula. — Y tú serás una estrella de renombre. Si juegas bien tus fichas, vivirás feliz para siempre.

— No está mal. — reconocí.

El mago probó su vino, pero yo no toqué el mío. Siempre quedaba la posibilidad de que fuera inmune al veneno y yo no iba a caer en una trampa tan estúpida. No era tan idiota como Deniza.

— Lo importante, — dijo Zula. — es convertirte en una mujer elegante y educada.

— Engañé a Bekir Yusuf. — le recordé con una risita.

— Él no era muy inteligente... a juzgar por los recuerdos que tienes de él.
— ¿Puedes ver mis recuerdos?

— Fragmentos. Veo a un hombre guapo y estúpido.

— Ja, ja. Es verdad.

— Pero yo quiero una dama, una experta en el arte de la seducción. Y tú... eres... bueno... patética.

Pinché la carne con mi tenedor, imaginando que era la garganta de Zula.
— ¿Y quién va a enseñarme el "arte de la seducción"? ¿Tú?

— Pues sí. — respondió él con una gran sonrisa.

— ¿Sabes mucho de cortesanas, brujo?

— Sé más de lo que te imaginas.

— ¿Has dormido con muchas?

— No... pero fui una de ellas.

Me atraganté y Garth me dio unos manotazos en la espalda. Claro, para eso eran los brebajes.

— No te mueras antes de empezar, Halima. — dijo Zula, divertido.

— Podrías buscar a otra. — le respondí.

— Es cierto. No eres especial. Hay miles de chicas iguales que tú. Pero literalmente llegaste a mi puerta y el negocio nos conviene a los dos. Si no quieres, buscaré otra. Así que dime. ¿Lo harás?

Me tomé el vino, sin pensar ya en que pudiera estar envenenado. Era la oportunidad de mi vida. ¿Cómo negarme?

Halima: la serpiente y el mago Donde viven las historias. Descúbrelo ahora