23. Separación

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La noche se me hizo eterna con las pesadillas y el dolor vívido en mi piel. Zula me bañó y me puso ropa limpia. Yo estaba paralizada. No podía ni hablar. Sólo emitía gritos aislados al recordar las imágenes del calabozo y el fuego. Gracias a los brebajes y conjuros de Zula, pude conciliar el sueño ya entrada la mañana.

Desperté al anochecer. Las cortinas de mi cuarto dejaban entrever el cielo púrpura del ocaso. Vi a Zula dando vueltas por la habitación mientras leía un libro. Se detuvo enseguida y vino a sentarse junto a mí.

— ¿Cómo estás?— preguntó, ansioso.

— Mal. — respondí.

— Lo siento mucho. No debí mostrarte esos recuerdos.

Cerré los ojos y vi de nuevo el calabozo. Me estremecí y luché por alejar esas imágenes de fuego y sangre. No podía soportarlo.

— No, hiciste bien. — murmuré. — Tenía que verlo yo misma y entender.

— Ahora sabes por qué no quiero enseñarte magia aún. — respondió Zula.

— No puedo creer que hayas aguantado semejante dolor. ¿Cómo?

— No fue sencillo. Aún me castigan los recuerdos.

— Pero saliste adelante. Superaste... lo que sea que fue eso. Yo no pude... no.

Miré a Zula. Estaba cabizbajo y parecía muy triste.

— He vivido mucho, Halima. He visto cosas que no imaginas. Crecí en una escuela de cortesanas, donde forjaban amantes para luego vender al mejor postor. No nos consideraban personas. Y, además, teníamos que agradecer la "bondad" del emperador que mantenía la escuela. Nunca tuve amigas, porque todas las niñas competían entre sí. Además, ser diferente nunca es fácil. No podía entender qué pasaba conmigo, por qué era tan difícil encajar. Me sentía como un extraño en mi propio cuerpo.

"Tuve que huir de mi ciudad cuando tenía quince años, porque iban a entregarme al harem del emperador. Huí, me uní a la Hermandad de Asesinas del Escorpión... Maté, y mucho. Hice lo que debía para sobrevivir. Eran otros tiempos, Halima. El mundo era más salvaje.

"En uno de mis trabajos conocí a un mago. Era la persona más fuerte que había encontrado, el único que no pude vencer. Dejé la hermandad y me fui con él. Desde entonces viví como Zula. Mi maestro aborrecía las Casas de Magia y vivía por su cuenta. Fui uno de sus tres alumnos.  Éramos una familia y nos queríamos. Pero... cuando llegó la Ascención, la última prueba... algo ocurrió. Él trató de matarnos y... tuvimos que asesinarlo nosotros.

Zula respiró hondo antes de continuar.

— Matar a un hechicero no es fácil. Tuvimos que... tuvimos que pulverizarlo hasta que no fue nada. Imagina descuartizar y quemar el cuerpo de la persona que amas. ¡Imagínalo! Aquel día mis hermanos y yo juramos no volver a enseñar magia antinatural.

Me miró al fin, angustiado.

— El camino de la magia es solitario, Halima. Acabaríamos siendo enemigos.

— Dame otra oportunidad. — le dije. — Puedo hacerlo.

— No, Halima. Lo de ayer fue una prueba de que no estás lista. Aún te falta mucho por vivir.

— Pero yo te quiero.

— Eres una niña, Halima. No vas a renunciar a tu vida por mí, ni yo cambiaré mi mundo por ti.

Aquello fue un golpe directo al pecho. Sentí que me ahogaba.

— Halima, tienes bastante dinero para invertir en los negocios que tú quieras. Te ayudaré. Serás rica. Al principio yo solo quería usarte y ganar bastante dinero para viajar al sur con Garth. Nunca... nunca esperé llegar a quererte así. Es momento de seguir mi plan inicial y marcharme.

— Pero, Zula, yo...

— Escúchame. Es lo mejor para ambos. Sabías que esta sería una aventura corta. Ganar dinero y seguir cada cual por su lado. Te di las herramientas para triunfar en la vida. ¿Por qué? No sé, tal vez me recordaste a mí cuando era joven. Yo era igual que tú. Estaba solo y lleno de rabia. Pensé que debería ayudarte a ser mejor. Y aquí estás. Lograste mucho. A pesar de tus crímenes, a pesar de todo, aquí estás. Viva. Y te queda mucho por ver y disfrutar.

Apreté los puños. No quería seguir oyendo.

— Las clases de Garth no empiezan hasta la primavera. — continuó Zula. — Aún faltan varios meses. Reuní un buen dinero y voy a rehacer mi vida en el reino de elfos celestes. Allí los magos no son tan mal recibidos. Y tú... tú puedes ser una comerciante, o puedes casarte con Khalil Bozdağ. Te apoyaré, no importa lo que decidas. Nos mantendremos siempre en contacto. Y si algún día, en el futuro, quieres ser una bruja, ven a buscarme y te enseñaré. Por ti rompería mi juramento de cinco milenios.

De repente sentí mucho frío.

— Me dejarás.

— Sí. — respondió él. — No diré que lo hago por tu bien. Eso es mentira. Lo hago por mí. He decidido marcharme.

Me incorporé tan rápido que el techo dio vueltas. Pero de alguna forma conseguí darle una sonora bofetada a Zula.

— Es la segunda vez que me golpeas en menos de un día. — el mago sonrió, extendiendo las manos para sujetarme.

— Te odio. — sollocé.

— El odio es bueno. Odio es mejor que nada.

— ¡Te odio!

— Pues yo te amo. Por eso me voy.

Yo estaba demasiado débil para apartarlo. Dejé que me arrullara en sus brazos mientras dejaba correr mis lágrimas. La vida era injusta conmigo una vez más. ¿Por qué intentaba huir? No había otro camino. La serpiente va sola.

Halima: la serpiente y el mago Donde viven las historias. Descúbrelo ahora