Nadie atendió mis heridas y, por supuesto, acabaron infectándose. Estuve muchas horas con fiebre, agonizando, hasta que un doctor aceptó verme. Dejó claro su rechazo por mí desde el primer momento.
— Por mí te hubieras muerto. — escupió el doctor, mientras embadurnaba mis heridas con un ungüento. — ¡Asesina!
Yo no intenté responder. Había estado las últimas horas con fiebre, abandonada en el suelo frío de la celda. No iba a gastar mi fuerza en él. Solo miré al doctor con desprecio y continué atrapada en mi silencio.
— Ojalá no te compren. — dijo el doctor. — Ojalá te mueras en la cárcel.
"Ya quisieras, hijo de puta. Yo voy a vivir más que tú". Le di mi más bella sonrisa de loca.
— Muchas gracias, doctor.
El hombre se apartó de mí, asqueado, y llamó al guardia.
— Tenga cuidado con esta zorra. — le dijo. — Es peligrosa.
— Ja, ¿qué puede hacer?— repuso el guardia. — Ya no es nada.
Me eché a reír y los hombres se estremecieron al unísono. Había auténtico horror en sus miradas. Aunque yo estaba debilitada por la fiebre y era incapaz de moverme con tanto dolor, ellos me temían. Se fueron, turbados, cerrando la puerta con llave tras de sí.
Estando sola y a oscuras, pude al fin sacar el anillo. La única propiedad que no habían logrado quitarme, porque la oculté en mi zona íntima, lejos de manos avaras. El anillo de Garth. Me forcé a leer la frase tallada en la escasa luz.
For mei libt Halima
"Para mi amada Halima".
El resto eran hechizos que no podía entender y tampoco me interesaban. Aquella frase lo era todo.
— Mei gutt... mi niño...— susurré. — Jeh libet dij. Te amo. Te amo.
Esperaba sentir algo, una señal de que aún estaba ahí, de que me escuchaba. Pero no hubo más que silencio.
***********************************************
Los guardias me despreciaban tanto como el resto. Dejaban el agua y el pan a través de los barrotes y no se quedaban para verme tirada en el suelo.
— Es una loca. — murmuraban. — Debieron ejecutarla enseguida.
Pero las leyes eran iguales para todos, incluyendo a la asesina más odiada en Rau'Bahl. Yo podía elegir entre servir o cumplir cadena perpetua. Hasta ahí llegaba mi libertad.
Una semana después, cuando ya podía caminar sola, me llevaron al mercado para la subasta. Fui conducida por una veintena de guardias armados con lanzas, pero ninguno evitó que se acercara la multitud iracunda. Llegué al mercado entre gritos e insultos. Mi castigo público no había calmado la sed de sangre. Toda la ciudad me despreciaba. Nunca antes vi tanta gente reunida. "Aún me adoran", pensé con ironía. Vestida con harapos, atada y amordazada, ofrecía un espectáculo miserable. Su objetivo era verme a la luz del día. Casi ninguno pensaba comprarme en serio. Me temían demasiado.
— Es una bruja. — decían. — Mató a ese pobre joven con magia negra.
Ja, ja. Ignorantes. No sabían diferenciar entre magia y venenos. Era tan divertido que me reí, aunque mi voz salía ahogada por la mordaza. Eso les provocó aún más terror.
En unos diez minutos la subasta había terminado y el ganador era un viejo llamado Tahir. Pagó una miseria. Lo que yo valía. Se abrió paso entre la multitud para firmar los contratos, pagar y arrastrarme por el brazo. Mantenía siempre la mano izquierda escondida tras la espalda, un hecho que no escapó a mi observación.
— Hola, cariño. — me dijo. — Soy Tahir, tu amo.
Yo lo miré de soslayo con frío desdén.
— No seas mala. — dijo. — Abdou Al-Bashir me envía.
Mi corazón brincó. Abdou no me había abandonado.
— Seré bueno contigo y él perdonará mi deuda. — añadió Tahir. — ¿Está bien, cariño?
Yo seguía con las manos atadas y la boca amordazada. Naturalmente no le pude responder. Me dejé llevar por él entre los mirones agolpados, muchos de los cuales nos siguieron hasta donde vivía el anciano. Era un barrio humilde que yo nunca había visto. Las casas eran chozas que se amontonaban unas sobre otras. Había charcos de agua pútrida en el suelo y ratas enormes paseando en los tejados. El hogar de Tahir era igual de miserable. Sólo tenía un camastro y un fogón. El retrete, al fondo, despedía un olor atroz.
Tahir me liberó al fin.
— Pobrecita. — dijo, acariciando las llagas en mis muñecas con sus dedos huesudos. — Ven, tengo medicinas.
Esperé inmóvil a que Tahir se lanzara bajo el camastro y removiera unas cajas. Volvió trayendo ungüentos de aspecto dudoso. Me fijé en su mano izquierda, al fin a la vista. Sólo tenía dos dedos, meñique y pulgar.
— ¿Esto?— chasqueó su lengua. — Fue un regalo de tu amigo Al-Bashir. Si te cuido por él, me dejará vivir. Deja que te ponga esta medicina, ven.
El viejo apestaba. Arrugué mi nariz y le quité el frasco.
— Lo haré yo sola.
Tahir pareció decepcionado.
— Como guste la señorita.
Me curé yo misma y luego me senté en un rincón de la casucha. Ahora que la subasta había terminado y ya no estaba en la prisión, todo el agotamiento cayó sobre mí de golpe. Yo crecí en una choza tan pobre como aquella así que dormir hecha una bola contra la pared no era algo nuevo. Ignoré los intentos de Tahir por acercarse y ofrecer comida. Cerré los ojos, dándole mi espalda, y traté de dormir. Sin el té era casi imposible. Mis dedos temblaban por la necesidad de un brebaje relajante, de vino, de cualquier cosa que borrara los pensamientos oscuros. Estuve a punto de pedir a Tahir que buscara algo para ayudarme a descansar. Pero entonces recordé las advertencias de Zula. No podía hacerme adicta a una sustancia, no de nuevo.
Oh, Zula... Había perdido mucho tiempo luchando por un amor imposible. Sanar un corazón lleva tiempo, algo que no teníamos. La rabia de Faran estaba sobre él, incluso antes de empezar a amarme. Yo dejé entrar a Khalil y Zula no vio a través de los hechizos. No oyó su auténtica voz ni vio su maldad latente. Era culpa de ambos, pero sólo yo quedaba para sufrir. Él, vagando en el Abismo, fuera de este mundo, no tenía que enfrentar las consecuencias.
"Al final huiste, brujo maldito". Sonreí al anillo de Garth, al fin de regreso en mi dedo. Hubiera sido un gran mago. Hubiera sido feliz. "Nunca perdonaré a los que robaron tu futuro, mei libt. Ya los dos han muerto. Khalil y Faran. Ha terminado, mi niño". Besé de nuevo el anillo. "Adiós, mei libt".
La noche caía rápido. Escuché a Tahir encendiendo el fogón y me llegó un olor espantoso de carne podrida en el fuego. Cerca de mí las ratas chillaban rasgando las paredes en busca de algún resto de comida. "He vuelto a donde comencé", me dije con una amarga sonrisa. "Pero voy a vivir, saldré de esta, voy a vivir". Usé mis brazos como almohada y cerré los ojos.
![](https://img.wattpad.com/cover/315411140-288-k706714.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Halima: la serpiente y el mago
FantasyNo puedes borrar el pasado. Tus crímenes siempre volverán a cazarte. Eso aprenderá Halima a sangre y fuego, mientras intenta labrarse un futuro mejor. El destino junta las vidas de Halima, asesina y estafadora, y Zula, un mago de orígenes misterios...