Faltaban sólo unos días para la inauguración de la joyería y los nervios me retorcían el estómago. Nada podía salir mal en este punto. No podía arriesgarme a perderlo todo. Entre el gran espectáculo de despedida, la joyería y la amenaza de Faran, yo apenas conseguía dormir. Ni el té relajante bastaba.
En los escasos momentos de paz me dedicaba a fabricar venenos y untar con ellos las dagas que me obsequió Zula. Ya era capaz de defenderme bien cuerpo a cuerpo. Con el veneno, sin embargo, tenía más ventaja. Había toda clase de plantas medicinales y también venenosas en el huerto de Garth. Él las cultivaban con fines educativos. Yo las robaba por las noches y trabajaba fabricando venenos en secreto.
Abdou Al- Bashir no respondió a mi carta. Supuse que debía estar muy ofendido, y con razón. Me prometí que le vería tan pronto hubiera un descanso. Ahora mismo el trabajo me impedía salir libremente y, por si fuera poco, siendo la prometida de Khalil, se esperaba de mí que fuera virtuosa. Ir al distrito rojo no era lo más indicado para mi reputación.
Una tarde, asfixiada por los ensayos y el entrenamiento, salí por mi cuenta a la ciudad. El jardinero, esposo de Asha, me llevó en el carruaje hasta una playa rocosa y poco visitada. Me quité los zapatos y caminé tambaleándome sobre las rocas húmedas y resbaladizas, mientras el señor kobold esperaba en el carruaje. Nadie iba a esa playa de difícil acceso, por lo que estuve sola durante media hora. Dejé mi chal y el velo con que me tapaba la cabeza. El aire agitó mi cabello negro, que hondeó igual a una bandera.
¡Cuánta razón tenía Zula! Extrañaba la paz de nuestros primeros días en Xeer, antes que llegaran la fama y las riquezas. Era tan feliz y no lo aprecié. "La dicha tiene varias formas", pensé mirando las olas, "yo era feliz en la casa del bosque, y en nuestro primer hogar de Xeer, era feliz, tan feliz..." El mar rugió contra las rocas. "Aún soy feliz", me dije. "Tendré una joyería, voy a casarme, Khalil me ama, Zula... oh, ¡lo voy a extrañar mucho!"
Sentí que iba a echarme a llorar. Limpié mis ojos húmedos y apoyé ambas manos en las rocas para levantarme.
— Él miente.
Mi pecho se encogió. Miré a los lados, pero estaba sola en aquella playa rocosa.
— Él miente.
Me levanté con mucho cuidado, mirando alrededor. Tenía la daga envenenada atada a mi muslo. En dos segundos la tendría a mano.
— ¿Quién eres?— pregunté.
El viento parecía cantar en mi oreja. La voz profunda y gastada, como de un anciano, habló otra vez.
— Él miente. Zula miente.
Sentí frío. Me froté los brazos mientras retrocedía lentamente de vuelta a mi carruaje. El mar estaba cada vez más agitado y las nubes de tormenta se arremolinaban en el cielo.
— ¿Faran?— susurré.
El viejo echó a reír.
— Descuida. No puedo herirte aún. Además, no es a ti a quien busco.
— ¡Deja en paz a Zula— grité.
— Él miente, Halima. Recuerda.
Faran echó a reír de nuevo. Un escalofrío me recorrió la espalda. ¿En dónde se escondía el maldito? ¿Bajo el agua? ¿En las rocas? Me agaché para tomar la daga y apreté con firmeza la empuñadura.
— Tú eres un mago oscuro. — hablé sin apenas mover los labios, para no alertar al jardinero.
— ¿Eso te dijo?— replicó Faran. — ¿Y le crees al amo de las mentiras?
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Halima: la serpiente y el mago
FantasyNo puedes borrar el pasado. Tus crímenes siempre volverán a cazarte. Eso aprenderá Halima a sangre y fuego, mientras intenta labrarse un futuro mejor. El destino junta las vidas de Halima, asesina y estafadora, y Zula, un mago de orígenes misterios...