18. La fiesta

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Era la primera vez que organizaba una fiesta. Celebraba nuestro éxito y la gira por ciudades de Rau'Bahl. La sirvienta kobold y sus hijas me ayudaron a decorar y preparar la cena. Quería un evento discreto pero elegante. En mis invitaciones dejé bien claro que Zula estaría allí y no era negociable.

Elegí un vestido majestuoso en negro y oro, sin mangas, con un pronunciado escote y la espalda descubierta. Las joyas doradas complementaron mi atuendo. Zula iba de negro, como siempre. Las telas danzaban alrededor suyo, ajustándose al cuerpo.

— Esto es una locura. — me dijo antes de salir del cuarto.

— ¿Tienes miedo, brujo?— pregunté haciéndome la valiente. En realidad me dolía el estómago por los nervios.

— Por supuesto. Es lo más arriesgado que hemos hecho hasta ahora.

Lo tomé del brazo.
— No me importa. — dije alzando la barbilla. — Si caemos, será juntos.

Él sonrió y me llevó al salón.

Mi corazón se detuvo por un instante. Había por lo menos treinta personas, mucho más de lo que había imaginado. Todos se paralizaron al vernos llegar juntos.

— Buenas noches. — les dije. — Muchas gracias por venir. Disfruten la fiesta.

Los invitados respondieron alzando sus copas. Había disgusto en algunas miradas, pero casi todos bebían y devoraban la comida. Una banda tocaba música suave para amenizar la velada. Me paseé entre la gente sin dejar el brazo de Zula, retándolos con la mirada. No tardaría en echar a cualquier maleducado.

Zula me llevó con su único invitado personal. Era un elfo nómada, alto y fuerte, de piel negra y ojos dorados. No vestía con el atuendo tradicional de huesos y plumas, sino con túnica púrpura y joyas de oro.

— Halima, este es mi amigo Abdou Al- Bashir. — dijo Zula.

El elfo me besó la mano. Yo estaba asombrada por su gran estatura y el lujo de su ropa. No tenía nada que envidiar a los mercaderes.

— Encantado, señorita. — dijo Al-Bashir.

— El placer es mío. — respondí.

— Muchas gracias por invitarme.

— No hay por qué. Los amigos de Zula son mis amigos.

Estreché sus grandes manos. Parecía agradable. No dudó en responder a todas mis preguntas sobre elfos nómadas y Reyes del Desierto.

— Hay numerosas tribus de elfos nómadas en el Gran Desierto. — explicó. — Hay también reinos ocultos, más prósperos que cualquier nación humana. Los Reyes gobiernan allí. Son figuras de gran poder entre los nómadas y pueden tomar decisiones sobre cualquier tribu.

— ¿Usted es un rey?— le pregunté.

— Oh, no, todo lo contrario. — rió Al- Bashir. — Nací en una tribu pequeña. Mi familia viajaba por el desierto con sus cabras. Pero mi primo y yo fuimos reclutados a la fuerza por el ejército de un rey y obligados a convertirnos en guerreros. Así nuestro destino cambió.

— ¿Y cómo llegó a Xeer?

Al- Bashir me hizo un guiño, llevándose un dedo a los labios.

— Secreto.

Le sonreí. De verdad me gustaba. Por un momento había olvidado a los demás invitados.

— Oh, discúlpenme. — dije. — Hay otros que solicitan mi presencia. Me ha encantado hablar con usted, señor Al- Bashir.

El elfo me estrechó la mano otra vez.

— Ha sido un placer.

Le di un beso fugaz en la mejilla a Zula y fui con los demás. Era obvio que mi fiesta era la primera de su tipo en Xeer y les atraía a pesar del escándalo. Hice mis deberes de anfitriona, dedicando un tiempo a cada uno. Fingí sonrisas, me reí de chistes malos y fui un encanto en general, aunque no me agradaba ninguno de ellos.

Avanzada la noche, dejé a los mercaderes y fui en busca de Zula y Abdou. Pero antes de llegar al balcón, en donde ellos conversaban, alguien se atravesó en mi camino.

— Buenas noches, señorita.

Era Khalil Bozdağ. ¿Qué rayos hacía en mi fiesta luciendo tan guapo? Quise echarlo, pero me recordé que era una dama y tenía que lidiar con asuntos desagradables.

— Buenas noches. — le respondí. — Es la última persona que esperaba encontrar en mi fiesta.

— Recibí la invitación como todos los grandes mercaderes. — dijo Khalil. — No pude evitar la curiosidad.

— Mmm... ¿Y qué le parece? ¿Le ha salido una erupción por respirar el mismo aire que un brujo?

Khalil rió.
— No, hasta ahora no.

— Me alegro. — incliné la frente. — Si me permite...

— Un momento. Quisiera hablar más con usted.

— ¿Por qué? No soy interesante.

— Todo lo contrario. Me ha fascinado desde el primer día.

Khalil se inclinó sobre mí.
— Tenía muchas ganas de conocer a la mujer que destruyó a mi padre.

Mi primera reacción fue retroceder y huir corriendo. Pero no le dejé ver cuánto me afectaron sus palabras. En lugar de encogerme, enderecé la espalda y miré sus ojos, altanera.

— Oh, ya lo sabías. — dije. — ¿Has venido a humillarme públicamente?

— Claro que no. — respondió Khalil sin dejar de sonreír. — He venido a agradecerle.

— No entiendo.

— Es sencillo. Mis padres se fueron y me enviaron a dirigir los negocios en Xeer. De lo contrario yo seguiría confinado en la casa familiar.

Me besó la mano.

— Gracias, señorita Halima.

Lo miré con desprecio. No me gustaba su forma de sonreír.

— No hay de qué. — le dije. — Fue sencillo manipular a tu padre y hacer que me lamiera los zapatos.

— Puedo imaginarlo. — respondió Khalil. — Es un cerdo.

— No le tienes respeto, ¿verdad?

— No se lo ha ganado.

— ¿Y tu madre?

Khalil rió.

— Es una bruja amargada. Supe del escándalo que hizo en plena calle. Fue una vergüenza.

— Fue muy divertido. — respondí.

— ¿Fue divertido arruinar un matrimonio de treinta años?

Me puse de puntillas y acerqué mis labios a su oreja. Noté su estremecimiento y el cambio en su respiración.

— Disfruté cada maldito segundo.

Después me aparté y le hice una burlona reverencia antes de marcharme al balcón.

No respiré con normalidad hasta sentir la brisa que llegaba del mar. Apoyé ambas manos en la baranda e intenté dominarme. La cabeza me daba vueltas. Zula, como adivinando mi estado, llegó flotando en sus telas negras y me rodeó los hombros con su brazo.

— ¿Qué ha pasado?— inquirió.

— Te lo contaré después. — respondí, llevándome una mano al pecho. El corazón me latía acelerado.

Giré la cabeza, justo a tiempo de ver a Khalil Bozdağ sonriéndome desde el salón. Levantó su copa en un brindis silencioso y después de marchó.

Halima: la serpiente y el mago Donde viven las historias. Descúbrelo ahora