Nos fuimos de gira por algunas ciudades de Rau'Bahl. Fueron cuatro semanas muy agitadas. Cada noche cambiaba nuestra rutina, de forma que nunca hacíamos el mismo espectáculo dos veces. Yo mantenía la pose de estrella frívola y Zula, como representante y compañero, manejaba lo demás. Administrábamos el dinero juntos, no existían secretos. No había que mentir ni andar con intrigas. Confiábamos ciegamente uno en el otro.
No hablamos sobre Khalil. De hecho, no hablamos de otra cosa fuera de los espectáculos. Yo me rodeaba con hombres y él desaparecía hasta el momento de ensayar. No le importaba que yo fuera a cenar con desconocidos. No le importaba nada.
"Podría acostarme contigo mil veces y no sentir nada".
Mientras yo iba a esas cenas aburridas, él estaba con Garth, enseñándole magia o paseando. Algunas noches, cuando el niño dormía, él se iba hasta el amanecer. ¿A dónde? ¿Con quién? Jamás lo supe.
En nuestra gira visitamos Uelm. Era más grande y antigua que Xeer. El negocio predominante era el comercio de telas y había grandes fábricas textiles, auténticas prisiones, dijo Zula.
— Los obreros son casi esclavos. — dijo. — Trabajan muy duro por una miseria.
Caminábamos por el centro de Uelm. Uno de los pocos paseos que dimos juntos y que era una de mis fantasías hecha realidad. Si tan solo me hubiera tomado del brazo, yo fuera la mujer más feliz de todo Rau'Bahl. Pero, de cualquier forma, estaba satisfecha. Al menos no me angustiaba imaginando en dónde estaría. A nuestro alrededor se alzaban grandes edificios de roca oscura, templos y fuentes con estatuas majestuosas. El clima era más frío. La gente usaba pieles mullidas sobre sus túnicas. Más allá, en las afueras, estaban las fábricas, siluetas tétricas en el horizonte.
— De hecho, algunos son realmente esclavos. — añadió Zula. — Muchos criminales prefieren el trabajo forzado a la prisión.
— Al menos pueden elegir. — contesté. — En Keergahn si naces esclavo, te quedas esclavo. Es igual con las castas.
— ¿Castas?— preguntó Garth, que iba junto a nosotros.
— La sociedad de Keergahn se divide en clases o castas. — le expliqué.
Tuve una visión de la choza donde crecí. Había ratas enormes que devoraban gallinas y desde niña tuve que aprender a usar veneno contra ellas. Mi padre vivía en las tierras de un gran señor. Cada año entregaba la mitad de sus cosechas al amo y tenía que aguantar castigos si la ofrenda no era de su agrado. Mi marido, otro simplón de casta baja, era igual.
— Yo nací en la casta más baja. — le dije a Garth. — En Keergahn los tratan no mucho mejor que a los esclavos. Son propiedad del amo de sus tierras, que incluso les puede matar impunemente si gusta.
— ¡Qué horrible!— exclamó Garth.
— Ha sido así durante miles de años. — intervino Zula. — Antes Keergahn y la Alianza eran un solo país. No fue hasta hace unos tres siglos que algunas ciudades comerciantes se independizaron y fundaron la Alianza Rau'Bahl. El resto del país tomó el nombre de su capital, Keergahn, y siguió bajo el control de la familia real.
— ¿Ha sido siempre la misma familia?— inquirí.
— Sí, con algunas pequeñas variaciones. Generalmente recurren al incesto para conservar la pureza de sangre. Por eso muchos reyes de Keergahn están locos. Dicen que el actual es un verdadero lunático.
— Eso dicen. — respondí.
— Pero Keergahn nunca ha visto mejores tiempos. Le dicen el "loco sabio", porque ha llevado al reino a su época de mayor esplendor.
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Halima: la serpiente y el mago
FantasíaNo puedes borrar el pasado. Tus crímenes siempre volverán a cazarte. Eso aprenderá Halima a sangre y fuego, mientras intenta labrarse un futuro mejor. El destino junta las vidas de Halima, asesina y estafadora, y Zula, un mago de orígenes misterios...