Capítulo 47.

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Furioso, golpeó con su puño la madera de la mesa de aquella reunión, mirando a todos los asustados líderes de las diferentes sectas frente a él.

Si pudiera, él los hubiera matado a todos, pero sabía que no podía hacerlo, no con miembros de la secta Lan ahí presentes. Así que dándoles una última mirada de desprecio, Wen Shima se giró y salió del salón principal de la secta Wen, su propia secta, dejando a todos los líderes anonadados, mientras que su propio hijo Wen Mao hablaba con ellos disculpándose por el mal temperamento de su padre.

Suspirando con enfado, Wen Shima se sintió enfadado consigo mismo, ya que pensaba que perdió una gran oportunidad, pues al terminar la guerra de Qishang antes de que todos esos tontos líderes de secta existieran, para él hubiera sido muy fácil simplemente haberlo conquistado todo, haber tomado todo que quisiera y cuando lo quisiera.

Pero ahora ya era imposible.

"¡Líder de la secta Wen!"

Mientras caminaba rápidamente por los parajes desiertos a las afueras de su propia secta, pudo escuchar como lo llamaba, pero no se giró ni un solo momento, avanzando incluso más rápido.

"¡Líder Wen!"

Llegando a un lato risco, desde el cual se podía observar el mar a lo lejos, Wen Shima soltó un suave jadeo de sorpresa, sintiendo como unos fuertes brazos lo abrazaron desde la espalda, asustándolo ligeramente, algo que lo hizo sonreír.

"Shima..." Escuchó como él decía en su cuello.

"¿Por qué haces eso?" Reclamó Wen Shima en un susurro: "Siempre me asustas cuando lo haces, cuando me abrazas de esa forma..."

"Me gusta asustarte..."

Wen Shima sonrió, llevando sus propias manos a las muñecas de su alfa, tocando suavemente sus muñecas, y presionando sus túnicas blanquecinas entre sus dedos.

Wen Shima sabía que era amor verdadero.

A diferencia de otros destinados, Wen Shima jamás pudo oler las feromonas o sentir al alfa de su amado, pero aun así se había enamorado perdidamente de él. Sin necesidad de alfas u omegas, Wen Shima estaba perdidamente enamorado del líder de la secta Lan.

"Túnicas blancas... ¿Acaso hay un funeral por aquí?" Preguntó Wen Shima con un tono de burla: "Las odio, siempre que las veo pienso que estas preparándote para mi muerte."

"Si no te gustan puedes quitármelas..."

"¡Cállate!" Gritó Wen Shima avergonzado: "No es gracioso..."

Aun entre risas avergonzadas, Wen Shima cerró los ojos y soltó un suspiro, sintiendo como su alfa apartaba su cabello y daba un cariñoso beso en su nuca, donde habían un centenar de marcas de mordidas que el propio líder de la secta Lan había dejado en su piel en sus momentos de romance en la noche, en un vano intento de vincularse con él. Algo imposible, pues el omega de Wen Shima había muerto un par de años antes de conocer a su alfa.

"A mí me parece gracioso..." Dijo el alfa aun besando suavemente su piel: "Escribí algo para ti durante el viaje hasta tu secta, pensaba decírtelo en la noche cuando nos viéramos, pero podría decírtelo ahora..."

Arañando suavemente la piel de los brazos de su alfa, Wen Shima susurró: "Debería matarlos a todos, esos malditos bastardos, siempre juzgando mis decisiones y mirándome como un monstruo, debería matarlos a todos..."

Durante un largo tiempo, Wen Shima había considerado esa posibilidad, solo necesitaría 5 minutos y dejar salir toda su energía resentida, y todos ellos estarían muertos, incluso su insoportable hijo...

Mi joven amanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora