Capítulo: 34

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RACHEL

Martes.

Desde la noche en que Anton y yo nos volvimos a acostar, no volvimos a repetirlo, y aunque pensé que podría ser porque él simplemente no quería, sus actitudes me hacían dudar.
No debía insistir en que me prestara más atención, ya que él y yo no habíamos establecido ningún compromiso, ni siquiera habíamos hablado de nuestros sentimientos. Pero a pesar de ello, nuestras noches juntos me hacían pensar que eso era todo lo que podíamos esperar de nuestra relación. Pues me estaba olvidando de un detalle importante: el señor Harris tenía fama de ser mujeriego.
¿Y, qué hacían los hombres como él cuando se aburrían de alguien? Buscaban a otra persona.
Esta idea comenzó a rondar mi mente cuando noté que sus actitudes se volvían cada vez más distantes, y eso me asustaba, ya que había comenzado a enamorarme de él, a pesar de prometerme a mí misma que no lo haría.

— ¿Quiere cargar a la pequeña?

Anton: — Estoy ocupado — respondió sin despegar la vista de su laptop, y me di la vuelta.
No quería presionarlo, pero sus actitudes distantes se habían vuelto una constante. Ignoraba mis preguntas o rechazaba hacer cosas juntos, incluso cuando se trataba de la pequeña.
Se había alejado de nosotras y su personalidad había cambiado drásticamente.
En pocas palabras, había vuelto a ser el señor Harris de antes, un hombre gruñón y distante.

ANTON

Claro que quería cargar a la pequeña en mis brazos, pero lo que no quería era que Rachel estuviera a mi lado.
Me había convertido en una persona necesitada, y para alguien acostumbrado a cambiar de pareja cuando le venía en gana, no sabía cómo enfrentar la idea de quedarme con una sola mujer, especialmente porque Rachel se había vuelto algo más que una simple compañía nocturna.
No quería admitirlo, pero ella me gustaba, y no solo para encuentros pasajeros, sino para compartir momentos juntos como una pareja real.

Me dejé caer sobre el respaldo de la silla y suspiré profundamente.
No podía permitirme ir hacia Rachel y confesarle que me tenía completamente loco.
Tenía miedo de parecer un tonto declarándole mi amor y que ella me rechazara. No quería volver a sentir esa desolación y soledad que había experimentado tantas veces en mi vida. Por eso, me alejé de ella y corté los lazos que nos unían, ya que no podía tenerla cerca sin caer en la tentación de desearla constantemente.

Finalmente, me concentré en mi trabajo. Era mi única manera de distraerme del presente y evitar enfrentar mis sentimientos. Sin embargo, Julia se acercó a mí y me sacó de mi concentración en un documento que estaba leyendo.

Julia: — Señor, iré al supermercado a comprar lo que falta

— Vale

Julia: — ¿Necesita que le traiga algo?

— No

Julia: — Está bien

JULIA

Me di la vuelta, agarré un bolso y me dirigí al supermercado sola.
Aunque había considerado pedirle a Rachel que me acompañara, ella estaba ocupada cuidando a la pequeña, así que opté por ir sola.
Entonces, mi primera parada fue una frutería, donde compré frutas frescas, y luego me dirigí al supermercado.

Mientras caminaba por las calles de París, noté a un hombre en medio de la plaza tocando un saxofón con maestría. Continué mi camino y, al doblar una esquina, estuve a punto de chocar con otro hombre que parecía tener prisa.
Era un hombre de cabello negro, con algunas canas, y una barba que acentuaba sus rasgos. Aunque solo me miró de pasada y siguió su camino, su mirada me pareció familiar, como si ya lo hubiera visto antes. No obstante, rápidamente descarté esa idea de mi mente.

Pero, al voltearme para continuar mi camino, lo vi entrar en un bar cercano.
Me había parecido extraño, pero la sensación que me produjo al tenerle cerca no sabía cómo explicarla.
Por ello, quise seguirle y entrar al bar donde entró él, pero desistí.
No tenía sentido ir detrás de un hombre que no conocía solo porque me había parecido a Anton. En realidad, no se parecía tanto al Anton que yo recordaba, pero tenía ciertas características mencionadas por Cloe: la barba, la nariz, el cabello… ¿Y si fuera él? ¿Y si este hombre realmente se parecía a Anton o incluso era él? Las dudas me atormentaban, pero no podía dejar que mis emociones me controlaran.

Decidí seguir mi camino y alejarme del bar. Mi rumbo original era otro y no debía dejarme llevar por la posibilidad de que Anton pudiera estar vivo, especialmente después de todas las incertidumbres que Cloe había sembrado acerca de su muerte.
Antes de alejarme por completo, tomé una foto del nombre del bar con mi teléfono, por si acaso. Tal vez algún día tendría el valor de regresar y entrar al bar para averiguar quién era ese hombre. Y si tenía que andar preguntando a todos los que viera cuál era su nombre y apellido, lo haría, porque si Anton estaba vivo, no podía permitirme perder la oportunidad de reunirme con él.

Señor Harris, Usted Es Mi ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora