Capítulo 9

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JULIA

Rachel lloraba sin cesar y yo conocía la razón. Salí de la habitación y avancé, decidida, por el pasillo hacia la del señor Harris, aunque siempre me ponía nerviosa debido a la nostalgia que me provocaba. No podía cambiar el pasado ni olvidar lo que había hecho con respecto a él.

— Señor, ¿se encuentra bien? 

Anton: — ¿Qué haces aquí? — preguntó, visiblemente disgustado, al abrir la puerta por completo. Su actitud y su forma de hablarme siempre me dolían, pero era comprensible. Él no sabía quién era para él, y yo aún no estaba segura de revelarle la verdad.

— ¿Qué es todo este revuelo? 

Anton: — Ni puta idea — respondió, claramente borracho y tiró la cabeza hacía el respaldo.

— ¿¡Qué!? ¿Está loco? 

Anton: — Si vas a darme el mismo sermón que la niñera ya te puedes ir 
— dijo al ver que tomé un papel color rojo de la mesa. 

— ¡No sea idiota! — grité y él me miró. 
Nunca hubiera pensado en hablarle de esa manera, pero mi lado materno hacía que delante de situaciones en las que requería un regaño de mi parte hacia alguien que hizo algo mal, surgía y mucho más si se trataba del señor Harris. 

Anton: — Ya estoy harto, ¿qué quieres que te diga? 

— Pues esta no es la mejor manera. 
No haga esto, se lo suplico 

Anton: — Yo no quiero tenerla y fue un... 

— No, no diga que tener un hijo es un error. Solo el hecho de darlo en adopción sí — dije con lágrimas en los ojos. 
Hablar de estos temas con él, aunque sea solo mencionar las palabras “madre e hijo”, me dolía mucho. 

Anton: — Ya no hay nada que hacer. 
Esa niña se irá con quién sea y listo

Dijo finalmente, pero yo salí de la habitación. 
No podía seguir escuchando lo que estaba pensando en hacer, más bien, ya estaba hecho. 
Con lágrimas en el corazón, bajé a mi cuarto, pero antes visité a Rachel y a la pequeña. Luego, regresé a mi cuarto, cerré la puerta detrás de mí y me senté en el borde de la cama. Quizás él no se daba cuenta, pero estaba cometiendo un grave error al separarse de la niña. Yo había pasado por lo mismo y había dado a mi hijo en adopción cuando tenía solo tres años. Ahora, era un hombre exitoso, pero la vida le había regalado a la pequeña, a quien consideraba un tormento.

Sí, Anton era mi hijo, pero él no lo sabía. Nunca se lo había dicho y tenía miedo de revelarle la verdad, temiendo el odio que podría sentir hacia mí por haberlo dado en adopción en ese momento de mi vida en el que no tenía otra opción ni los recursos para cuidarlo adecuadamente.

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INICIO DEL FLASHBACK

— Te amo, pero ambos sabemos que esto no funcionará

Anton: — Pero si lo deseamos, puede funcionar. Cariño, te amo más de lo que puedes imaginar — dijo entrelazando sus manos con las mías.

— Lo sé, pero creo que es mejor que terminemos esto. Ni tu padre ni tu madre me aceptan, y eso no cambiará

Anton: — ¡A la mierda mis padres! ¡Cásate conmigo! — exclamó, haciendo que sonriera. Su acento francés era encantador cuando hablaba en inglés.

— No funcionará, aunque lo deseemos
— insistí, y él dejó escapar un suspiro de frustración.

Anton: — Entonces, si no funcionará y regresarás a Estados Unidos, déjame demostrarte todo el amor que siento por ti — dijo, acariciando mi rostro con sus manos.
Él era un hombre muy romántico, y esa noche, como muchas otras, no pude resistirme a sus encantos. Así que la Luna y las estrellas fueron testigos de nuestro profundo amor. Éramos dos enamorados, mejor dicho, dos amigos que decidieron aventurarse en el mundo del romance. Juntos, éramos capaces de superar cualquier obstáculo, excepto la oposición de sus padres, quienes pertenecían a la alta sociedad, mientras yo era solo una chica de clase media. Y esa fue la razón por la que nuestra relación llegó a su fin, a pesar de que él fuera mi primer amor, mi primer novio y, con el tiempo, el amor de mi vida.

Señor Harris, Usted Es Mi ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora