Capítulo extra 11

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ANTON

Conduje a toda velocidad hasta llegar a la casa de Lucía, sintiendo la urgencia en cada aceleración. Al acercarme a la puerta, toqué el timbre, pero en la primera instancia, nadie respondió. Persistí, tocando el timbre varias veces más hasta que finalmente la puerta se abrió.
Era Damaris, la hija de Lucía.

— ¿Dónde está mi hija?

Damaris: — No sé, en la piscina, quizás
— respondió con desagrado.

— ¿Y está bien?

Damaris: — Supongo — respondió con desgana, antes de alejarse de la puerta, permitiéndome entrar.

— ¿La piscina?

Damaris: — Allá en el patio. Se sale por esa puerta — respondió señalando una puerta de cristal. Así que fui hasta ella y llegué al patio.
Por suerte, mi hija estaba ahí.
Estaba acostada en una manta sobre el pasto mientras leía un libro.

Rachel (hija): — ¿Papá? ¿Qué haces aquí? — preguntó y se puso de pie para darme un abrazo.

— Menos mal que estás bien

Rachel (hija): — Ni que lo digas. Yo no también me he sorprendido

— ¿Por qué? ¿Te pasó algo? ¿Te han hecho daño?

Rachel (hija): — No. ¿Por qué lo preguntas?

— Hay que irnos de aquí

Rachel (hija): — ¿Por?

— Solo has tu maleta y nos vamos. Después hablamos

Rachel (hija): — ¡Perfecto! Gracias, papá. Has sido mi salvación — dijo muy emocionada, como si no estuviera contenta con el tiempo que llevaba en la casa de Lucía.
Así pues, regresé adentro de la casa y busqué a Damaris.

— ¿Tu madre dónde está? — pregunté y la chica no me hizo caso.
Con un espejo en mano, estaba enfocada en pintarse los labios, mostrando una falta de cortesía que me desconcertó.
— ¡Eh! ¿Tu madre dónde está?

Damaris: — ¿Qué quieres? — preguntó irritada y se quitó un AirPods de su oído izquierdo.

— ¿Tu madre?

Damaris: — Creo que en su habitación

— ¿Dónde?

Damaris: — En la primera planta, segunda puerta

— Vale.
Bájale el volumen a la música porque se ve que no escuchas nada. Quién sabe, podrías quedarte sorda

Damaris: — ¡Pff!

Ignoré que no me hiciera caso y vi unas escaleras. Las subí y seguí la instrucción de Damaris.
Toqué la puerta de la segunda puerta de las cuatro que había y escuché a Lucía adentro.

Lucía: — ¿Quién?

Abrí la puerta y vi que Lucía estaba sentada en su cama, mientras estaba atenta mirando su teléfono.

Lucía: — ¿Anton, qué haces aquí?

— He venido a llevarme a mi hija — respondí, observando cómo una lágrima recorría su mejilla.

Lucía: — Claro

— ¿Por qué no me lo dijiste? Casi pones en riesgo a mi hija

Lucía: — ¿A qué te refieres?

— A tu marido y sus peligrosos asuntos

Lucía: — ¡Ah! Ya te has enterado — dijo con su voz llena de resignación, mientras su mirada se desviaba hacia el suelo.
Sus ojos reflejaban una mezcla de dolor y decepción.
— A mí también me molestó cuando lo supe hace dos años

Señor Harris, Usted Es Mi ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora