Capítulo 9: La torre

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Lo primero que hizo Natasha al ver a su hija fue ir a abrazarla. El poder tenerla entre sus brazos le confirmaba que todo estaba bien. Elizabeth estaba sorprendida por aquel abrazo, no porque su madre no fuera cariñosa, sino porque se sentía desesperado. Quizás había sido solo unos pocos días, pero para Natasha se había sentido una eternidad. Clint estaba observándolas recargado en la pared de la habitación.

—Me alegra volver a casa. —suspiró para mirar a su amigo. —¿Hay alguna novedad?

Elizabeth aguantó la respiración unos segundos, mientras esperaba la respuesta. Clint se quedó pensativo unos segundos intentando recordar algo.

—No. No ha pasado nada raro desde que llegué. Todo ha estado bastante tranquilo.

Elizabeth soltó una risa nerviosa, lo cual extrañó a Natasha. A pesar de eso, decidió ignorarla gracias a la confianza que le tenía. Soltó a su hija para ir abrazar a Clint con fuerza, como si le estuviera agradeciendo.

—Gracias por venir en cuanto te llamé. —susurró en su oído. —Ni en mil vidas podría pagarte lo que haces por nosotras.

—No me debes absolutamente nada, y lo sabes. —suspiró. —Ahora, solo tenemos que asegurarnos que tengamos todas las piezas del rompecabezas.

Clint soltó a su amiga y fue hacía Elizabeth.

—Perdón, pero tengo que robarme a tu madre un minuto. Tenemos que ponernos al día con unas cosas.

—Lo imagino, deberías enseñarle los videos de Nathaniel intentando caminar. —soltó una risita. —Estoy segura que le gustaran.

Clint le guiñó un ojo. —Eso ya lo tengo contemplado.

Clint regresó hacía su amiga para tomarla del brazo y sacarla de la habitación, dejando sola a su sobrina. Caminaron hacía la oficina de Natasha, la cual raramente era utilizada, aunque eso solo les aseguraba más privacidad. Clint la había sacado para poder obtener una explicación más clara de lo que estaba pasando.

Del otro lado del complejo, Elizabeth se había quedado en su habitación. La vida entre superhéroes le había devuelto las ganas de tejer, así que eso era lo que estaba haciendo. Aquello le daba cierto nivel de normalidad, además de que la ayudaba a meditar mejor las cosas. Unos suaves golpecitos en el marco de su puerta la hicieron interrumpir la elaboración de un suéter azul marino. Levantó su cabeza para encontrarse a Wanda y Pietro entrando en su habitación mientras la saludaban. Wanda se sentó frente a ella en la cama, mientras que Pietro se sentó en un pequeño sofá que estaba frente a ellas.

—¿Qué tal les fue en Lagos? —preguntó Elizabeth.

—Todo fue perfecto. —respondió Wanda. —No tuvimos ningún problema, aunque Pietro no perdió oportunidad para intentar tener alguno.

—Te encanta hacerme quedar mal, ¿No, hermanita? —Wanda rio ante sus palabras. —No mientes, pero no es para que lo digas en voz alta.

Elizabeth se rio con suavidad.

—¿Qué es eso que tienes ahí? —preguntó Pietro mientras señalaba el suéter a medio terminar.

—Es un regalo para Peter. —dijo mostrando la madeja. —La última vez que vino noté que el suyo tenía un agujero en la espalda. Así mato dos pájaros de un tiro, él consigue un suéter gratis y yo me relajo haciéndolo.

—Te estás llevando bien con Parker. Wow, Liz. —dijo él sonriendo a medias. —Eso no me lo esperaba.

—¿Qué quieres decir con eso?

Wanda levantó su mano y con movimiento sutil tiró a su hermano del sillón. Este soltó un quejido, extrañando a Elizabeth por la reacción de la castaña.

Red Widow [Peter Parker]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora