Capítulo 45

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Joey

Nunca pude ver a lujo de detalle aquellas heridas. Jamás, siempre lo evitaba, a toda costa.

Acaricio todas y cada unas. La que está en su entrepierna. El costado de su bajo vientre. En su esternón. Arriba de su ombligo. Esa sensación que me alegra, porque la tengo conmigo.

Porque está viva.

Porque...pude salvarla.

Vuelvo a penetrarla. Intento no ser brusco ni desesperado, pero me la pone difícil con sus gemidos. Con sus labios hinchados, y con sus pedidos de no parar.

Y yo iba tras sus órdenes.

Nuestros cuerpos sudando. Los movimientos frenéticos. Las palabras mezcladas con jadeos.

Hoy. Ahora, no me importa nada más que ella. Que estar aquí, con Aitana, dentro suyo.

Sus manos hundidas en mi cabello y las mías apretando su trasero.

—Lo...necesito—dice como puede.

—Y yo a ti —respondo sabiendo a lo que se refiere.

—¡Mierda, Joey!—grita con sus ojos cerrados ante el placer.

Siento expulsar mis fluidos y como ella lo hace también.

Apoyo mi cara en su pecho y  baja la mirada hasta que nuestros ojos se encuentran. Me separo y salgo de ella.

—Y estaba a gusto.—hace un mohín.

—Ya pervertida.—sonrío colocándome a su lado.

La levanto hasta sentarla arriba mío. Teniendo la estupenda vista de su cuerpo desnudo. Sus pechos rojizos por una que otra mordida que provoqué. Su figura. Su sonrisa. Sus cicatrices.

—No hagas eso—susurra—. Déjalo estar.

—No puedo. No mientras él esté por ahí, libre. Tan solo, yo...

—Joey—me calla con un beso—, al diablo Jackson y el mundo. Ahora somos nosotros dos, ¿Okay?

Las miro.

—¿Te molestan?—titubea—. Esto— carraspea—... el que las tenga ¿cambia algo?

—Sí.

Abre sus ojos impactada.

—Son marcas y recordatorios de lo que pasó y de lo fuerte que eres. No cualquiera sobrevive.

Su semblante se relaja.

—¿Qué esperabas? ¿Qué te dijera que son horribles y ya no te quiero?—sonrío.

—Fui tan imbécil que creí que me dejarías a la primera.

Mi sonrisa desvanece.

—Creí que...al irte por esa puerta ese día, se había terminado todo y yo no te importaba. Lo que a mí me pasase te habría dado igual.— confiesa con sus ojos cristalinos.

—Aitana...

—Y me sorprendió verte ahí. Despertar y que estés tomando mi mano, que te hayas quedado conmigo, que...

Sus palabras quedan a medias cuando la callo con un beso.

Dios ¿Cómo podía pensar aquello?

—Nunca te dejaría. Te amo lo suficiente y quizá más, para decirte que no lo haría.

—¿Ni aunque esté así?

—Ni aunque estés así.

Cien momentos ✅  [ Libro 2 De La Biologia Cien]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora