Extra 4

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Si tuvieron un buen día, espero ponerlos todavía más feliz. Y si no, espero que con este extra pueda sacarles una sonrisa.

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Aitana

—Joey....para....

Aislin estaba en el comedor haciendo tarea, nosotros a una distancia prudente teniendo en cuenta lo que hacíamos.

Hay que darle crédito a la regadera abierta, y tanto la puerta del servicio, como la de nuestra habitación, cerradas.

—Voy a....—pero no se detiene.

—Y ahí —otra estocada que me hace gemir —está la cosa—otra—, a eso quiero llegar.

Clavo mis uñas en sus hombros, escondiendo mi cara en el costado de su cuello.

Y sí, estaba por consegirlo, pero entonces, una voz, hace que nuestros movimientos se detengan , dejándonos petrificados.

—¡Papi!

—Ay, Jesus—finge llorar apoyando su frente en mi clavícula —. El día que esta niña deje de interrumpir en los momentos de victoria, juro que le compraré una maldita casa de muñecas.

—¡PAPI!

—Ya se lo has hecho. Y, tal como la primera vez, no pudiste conmigo.

Me baja de entre sus brazos, pero yo no me alejo. Permanezco frente a él.

—¿Disculpa?

—La primera vez que te pedí que no me dejaras con las ganas, ¿Ya no lo recuerdas?

— No, creo que necesito un poco de memoria.

—¡PAPI!

— Con gusto te ayudo. Esa vez que trajiste mis bragas en una bolsa. Te apareciste por la puerta de mi departamento y me las extendiste.

—Sí—sus manos siguen rodeándo mi cintura—,  como también recuerdo que me sacaste de allí, y me pediste que acabara lo de la otra noche.

—Y tú me dijiste que si lo hacías, iba a ser a tu manera.

—Aquí una pequeña confesión, esa no era mi manera. Pero quería que contigo, fuese diferente .

<<Estás roja>>

Desvío mi mirada hacia otro lado, evitando que mire lo que aquello provocó.

—No ocultes lo que te hacen sentir mis palabras, a mí también me ponen las tuyas—deja un pequeño beso en mis labios.

—No pudiste conmigo—digo acariciando sus bíceps—. No lograste que me corriera. Y ahora, gracias a tu hija, no lo conseguiste—le giño un ojo y me separo de él.

Estaba lista para correr la mampara y salir de la ducha, cuando me detiene. No me doy vuelta, quedo de espaldas a él, escuchando lo que tiene para decir.

—Te faltó la última parte de la historia, pequeña.

<<Ay, mi corazoncito>>

Apoyo mis manos en la mampara, porque de lo contrario, sí que voy a desfallecer. Ese maldito efecto posee en mí.

Pero claramente mis intenciones eran buenas,  nada con lo que estaba pasando.

— La parte donde te pegué a la pared, y luego de besarte de aquí —sus labios están fijos en mis hombros y sus manos en mis costillas.

<<Deja vu>>

—Recuerdo la secuencia— su boca comienza a descender por toda mi columna vertebral, dejándome besos húmedos.

Cien momentos ✅  [ Libro 2 De La Biologia Cien]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora