Capítulo 30

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Aitana

El sonido de la ambulancia aturde mis oídos. Quiero moverme pero me duele cada fibra de mi cuerpo.

—Tranquila, Aiti, ya llegamos— susurra mi amiga.

El ruido de las ruedas de la camilla. Se mueve como si no hubiera mañana.

No entiendo nada.

Ese olor.... ¿Acaso es?

Hospital.

Unas puertas se abren y mi estómago se revuelve ante aquel aroma tan asqueroso.

—Nariz fracturada.

<<No olvides deformada, ¿O es lo mismo?>>

—Costillas rotas.

<<Cómo no.>>

—Aborto espontáneo.

Aborto espontáneo...

Aborto...

Espontáneo...

Aborto....

No.

Quiero llorar pero no me salen las lágrimas, no me salen.

Medio abro mis ojos cuando veo a una enfermera colocándome algo. Algo que inhalo y me deja completamente dormida.

—¿Aitana? ¿Aiti?

La voz de mi amiga resuena.

—No te preocupes, estará bien—otra persona.

—Gracias, doctor—ella había llorado—Que bueno que estés despertando—sigo sin poder abrir los ojos— saldremos de aquí ¿De acuerdo? Tú ponte bien y nos largamos—su voz está quebrada—, estarás bien, Aitana. Ahora descansa.

Pero yo no quiero descansar.

Yo quiero despertar.

Quiero abrir mis ojos, la oscuridad me atormenta.

Quiero...

Mis párpados pesan, pero de a poco voy abriendo mis ojos .

Todo está borroso y debo parpadear para ver con claridad.

Estudio el lugar.

Hospital.

Miro a mi izquierda, aparatos conectados a mi cuerpo. Intravenosa, suero, otro que mide mis latidos, otro parece que la tensión y tengo una cánula nasal.

Me duele todo.

Mis ojos viajan al lado contrario, a la derecha, Joey está sentado con su cabeza apoyada en la camilla y su mano sujeta la mía. Sus ojos cerrados.

Levanto mi dedo pulgar moviendo su mano apenas, y él abre los ojos. Se sienta con ímpetu y me mira como si no pudiera creerlo.

Larga una pequeña risa ahogada y se pone de pie para acercarse a mí y besar mi frente.

Escucho que solloza un poco y yo intento hablar, pero la voz no me sale, por el contrario, solo es un balbuceo, como si fuera un bebé que está aprendiendo a hablar.

¿Qué me pasa?

Él se separa y nuestras miradas se cruzan.

Joey está llorando, yo estoy llorando.

Señalo cómo puedo con mi dedo índice mi abdomen sin poder mover la mano y él
mira a ese lugar, cierra sus ojos, niega y luego regresa a mí.

Está enojado.

No hace falta que diga nada, ya lo suponía, y por más que me pese, era muy obvio.

—Lo siento,yo...—sus lágrimas desbordan sus hermosos ojos y sorbe su nariz.

Llevo mi mano sana hasta su mejilla a duras penas y lo acaricio con una sonrisa. El toca mi mano y cierra sus ojos por inercia. Seco aquellas lágrimas con mi pulgar y lo impulso para que se acerque a mí, una vez que lo tengo a centímetros, voy por esos labios que tanto extrañé.

—Tendría que haberte escuchado. No debí dejarte sola—lamenta—yo...

Llevo mi dedo corazón a su boca para que calle.

Tengo tanto para decirle, ya estoy harta de los secretos, se merece saber la verdad, porque él fue sincero conmigo.

Separo mis labios para hablar cuando un aparato de él, suena. Su rostro se transforma en segundos. Se levanta, me besa y se marcha.

No entiendo nada. Y solo tengo preguntas.

Por qué no puedo hablar?

¿Por qué no siento mis piernas?

¿Por qué el cuerpo me duele como si tuviera millones de agujas clavadas en cada poro de mi piel?

¿Por qué no recuerdo lo que pasó?

Cien momentos ✅  [ Libro 2 De La Biologia Cien]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora