Capítulo 57

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Seis años antes


Aitana

He llorado toda la noche. Joey en el hospital y yo caminando de una punta a otra de la habitación mordiéndome las uñas por los nervios. Aún me duele la espalda, me inspeccioné en el espejo en lo que esperaba que lo trajera a la habitación y se me había formado un hematoma.

Él sigue sin abrir los ojos y me importa una mierda que la bala no llegó a dañar ningún órgano, porque la otra no logró entrar en su cuerpo, hasta que él no abriera los ojos, no iba a tranquilizarme.

Entra Fleur y cierra la puerta. Se acerca hasta mí que me puse a mitad de la camilla.

—¿Cómo está? Los doctores mucho no me dijeron.

—Bien...es decir.

El estómago se me revuelve y la habitación comienza a ser sofocante.

—¿Ya está?—cambio el rumbo de la conversación.

—Sí. ¿Sabes que sigue?

—Perfectamente. Cuando Joey se recomponga acabaremos con esto.

—Ansío el momento.

—Gracias—la abrazo—, si no fuera por ustedes no sé qué habría sido de nosotros.

—Estamos para eso, la guerra es de todos.

—La duda me carcome, qué...

—Pequeña....

Me doy vuelta. Joey abrió los ojos. Corro hacia él.

—Gracias al cielo—lo abrazo entre lágrimas.

—Eres como una telaraña, sacamos una pero aparecen otras.

—A mí también me da gusto verte, Joey—sonríe—Yo los dejo.

Joey se mueve un poco para que me recueste a su lado.

Yo sigo llorando como una idiota y él me abraza.

—Yo....—el aire me falta—Yo...

—Pequeña, tranquila, mírame—no cedo y empiezo a hiperventilar—. Aitana— me toma de las mejillas.

—Creí que te perdía, tú....estuviste tanto tiempo inconsiente que... Estás....¿estás bien?

—Respira—me atrae a su cuerpo rodeandome con un cálido abrazo.

—Estás vivo...

—Así es, no creías que ibas a deshacerte tan rápido de mí ¿O sí?

—Tonto— me separo mirándolo con mi barbilla temblando—Tenía miedo—confieso—. Tenía mucho miedo, Joey. Creí....estabas tan pálido, y...

Lleva una de sus manos a mi mejilla secándome algunas lágrimas y me regala una de aquellas sonrisas reconfortantes.

—No te dejaría, Aitana. Ni a ti, ni a ella— acaricia mi  vientre—.Jamás lo haría.

—Mas te vale, porque sola no habría podido hacerlo.

Me besa. Mis lágrimas humedecen mis mejillas, pero ya nada me importa porque mi atención está puesta en él, en nuestros labios, en nuestras lenguas moviéndose, juntas.

Entre mis ojos cerrados y el disfrute de boca a boca, se me olvidó dónde estábamos, hasta que siento como mis bragas se humedecen y no obstante, las sábanas en su conjunto.

Me separo ante la duda, y al verlo, el pánico me invade.

Joey solo se limita a sonreír para acto seguido, con total naturalidad, reírse.

—Será mejor que llamemos a David.

—¿Tu crees?—ironizo.

Él vuelve a besarme antes de pedir ayuda.

—No pudiste haberme dado un mejor regalo al despertar.

—No me dejes—lo miro con mis ojos llorosos.

—Nunca—se aferra a mi mano aún más.

Lo único que se me ocurre decir en este mismo instante, en el que entran y me colocan en la silla de ruedas para trasladarme a otro lugar es:

Oportuno momento para llegar al mundo querida hija, muy oportuno.

<<Hay que enseñarle el sarcasmo>>

Cien momentos ✅  [ Libro 2 De La Biologia Cien]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora