Coral Rosa

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Hermione despertó de un salto en la cama, sobresaltada por pesadillas.

Se cubrió la boca, recobrando al aliento.

El reloj marcaba las 5:00, sábado.

Se aseó profusamente para retirar pensamientos negativos, y sin planes para ese día, una vez abrigada subió al cuarto piso del castillo, para contemplar el paisaje de montañas, donde arribaba la aurora.

Pasos firmes y rápidos por la escalera más cercana, de donde salió Severus.

Aunque ambos se sorprendieron, ninguno lo mostró. Snape soltó una lechuza al llegar a la baranda de piedra donde se apoyaba Hermione.

La castaña no tenía idea de cómo atraer con poses o miradas. Nada lo hacía artificialmente, así que renunciando a ello, con una mano se tomó el codo de la otra y en ese puño apoyó uno de los pómulos, como sencillamente preguntando a Severus qué iba a pasar.

Aun sin buscar afectarlo, su acto natural tuvo un efecto en Severus que ella constataba desde hace días: una mirada ceñuda, una tensión, semejantes a una negativa a dejarse inundar por una emoción. ¿Era que ella le atraía y él se negaba a que fuera así?

Snape apoyó la espalda y los codos en el pretil.

Lo de ayer lo había tocado. Aún así:

-Ustedes no se juntan con Slytherin –declaró-. Deberías elegir el bando de los de tu Casa.

Sosteniendo el pómulo en su puño, ella lo miró a los ojos con melancólico reproche:

-Pero yo te elijo a ti.

Severus mostró su asombro con una exhalación, bajando la cabeza.

-Elijo creer en ti –insistió ella, dulcemente–. ¿Por qué no lo puedes creer?

Él volteó, quedando de cara al barandal. La respuesta era muy complicada.

Hermione le tocó la palma de la mano.

-¿Irás a Hogsmeade? –quiso saber.

-Nunca voy ahí.

Pese a su parquedad y evasivas, Severus contempló y súbita, lentamente, oprimió el índice de Hermione... Fue inesperado para ella, y con otros de sus dedos, los enlazó con los de él... Los dejaron acariciarse, sin hablar, y a la vez diciéndose como nunca antes con nadie.

El frío de septiembre, en las nubes en tejado gris, anunciaba al invierno cabalgando desde la lejanía. Pero aquí no hacía frío, no entre ellos, viendo sus manos y experimentado la tranquila flama que se encendía, en el juego delicado de sus dedos.

Tocaban su piel... Severus tomó el índice de Hermione con dos dedos, recorriendo sus curvas, sintiendo su suavidad... Entrelazó otros, apenas por debajo de sus extremos. La castaña experimentó el contacto con los dedos ágiles, de pocionista talentoso, que sabía dar la presión exacta, con una piel asombrosamente tersa.

-Seve...

Él súbitamente se fue sin decir palabra y bajó por la escalera.

"¡Ajj, qué desagradable eres!", pensó Hermione, exasperada, con los codos en la baranda, apretándose las sienes.

Tomó el corredor para buscar otra escalera. No fuera a interrumpir de nuevo a Su Majestad. Alterada por la cercanía física y por haberse tocado las manos, intranquila se remordió un pulgar; al cabo de unos pasos se colocó las manos en la cintura y miró en dirección a donde Severus se fue, con aire de "me las vas a pagar".

Su mente buscaba medios para saber a dónde iba Severus con esos Slytherin retorcidos, porque a eso iba él los fines de semana, cuando tomó una escalera al piso de abajo, y saliendo a un grupo de alumnos animosos disponiéndose a ir a Hogsmeade, le salió al paso Venus Lovegood llevando de la mano a un emocionado Ravenclaw de tercer año.

Onyx PassionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora