Leviatán

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Caía un chubasco.

Un chubasco y Snape, usando un hechizo Impervius, tenía un halo que la lluvia no tocaba.

A diez metros, un mortífago chorreaba agua por el mentón de la máscara de hierro, estudiando al recién llegado.

El mortífago lo identificó, era el Slytherin de las noticias, pero no llevaba el uniforme de Hogwarts, ni la gabardina del Clan.

Severus usaba un atuendo del que sobresalía el blanco del alto cuello de la camisa, pero el resto del ropaje en negro: El pañuelo de seda, la casaca ajustada, abotonada, de la que salían los bordes de mangas blancas y de brazos libres por las aberturas de una larga capa; pantalón y botas de corte clásico.

El mortífago tenía referencias de ese alumno, pero la señora Lestrange les había advertido que ni ese ni los suyos eran servidor del Señor, y que éste en especial era peligroso; el mortífago sacó veloz la varita.

Snape fue mucho más rápido y sin miramientos lo apuntó con la suya lanzándole un rayo brilloso, que derribó al mortífago en la acera. La lluvia entró por las cuencas y la rejilla de la máscara del que murió instantáneamente.

Snape avanzó a lo largo de esa calle, donde murmuraba el chubasco pertinaz.

Estaba en Ottery St. Catchpole. Leyó a los mortífagos que llevaron a Hermione de Malfoy Manor a una enorme mansión de los Rosier. Snape no podía usar medios aéreos para acercarse debido a los aurores que lo perseguían y a los mortífagos que vigilaban las inmediaciones.

A la izquierda, tras casas blancas de ventanales y tejados de madera, un animal fantástico emitió un ulular de búho, pero aquel ser sin duda era más peligroso.

Una anciana bruja en harapos que caminaba apoyada en un bastón, con la cabeza cubierta por un pañuelo, protegida del agua se cruzó con Severus... Un chico sombrío, de facciones llenas de determinación, en el manto de nubes grises y una Luna distorsionada, acompañada por un lucero espectral. He ahí a un futuro Maestro del Ocaso, pensó ella, y la bruja advirtió a Severus, con voz cascada e irónica:

-Cuídate de las siete campanadas, hijo.

Si era un augurio, Severus entonces recordó que hacía bastante rato el reloj sonó los seis gongs de una tarde oscura.

Había qué pasar bajo un vetusto y ancho edificio de cinco pisos que descansaba en un sólido arco, el cual se extendía en un largo pasaje oscuro.

Entró con paso firme, quitándose el Impervius porque silueteaba y ayudaba a precisar ataques. Silenció el ruido de su andar.

Un mortífago le salió al paso, avanzando amenazante en túnica gris, portando la varita; su voz salió fuerte por la máscara.

-¿Qué buscas...? -comenzó el mortífago, intimidante, pero el centelleo lo liquidó proyectándolo metros atrás y haciéndole estrellar la cabeza en el suelo; su varita tintineó al botar.

Severus cruzó rápido junto al caído, apuntándole al pasar a su lado y luego al frente, sin detenerse. No iba a responder a nadie. Iba por Hermione. Iba a matar a todos y cada uno de los malditos que se atrevieran a salirle al paso.

Leyó a un mortífago que estaba por aparecer tras un ancho arco del túnel y Severus le lanzó un rayo, causando un brillo y arrancamiento de rocas bajo las que cayó el enmascarado, sin vida.

Debía haber más centinelas en los alrededores. Por eso cuando tres mortífagos corrieron hacia él a mitad del túnel negro, lo atacaron con segundos de diferencia.

Con precisión, Severus atrapó la maldición del primero de la derecha y la dirigió al que le seguía, derribándolo. El rayo de éste chocó en el techo del túnel; Severus atrapó el rayo del último a la izquierda usándolo en su contra y lo desvió al primer mortífago.

Onyx PassionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora