En Pos de Venganza

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Llovía.

En los separos del Wizengamot, la lluvia era un murmullo lejano, poco reconfortante debido al frío de las húmedas celdas de roca. Algún río subterráneo pasaba y bajaba más la temperatura característica de los subterráneos.

Isis Fitzyork bajaba para presionar a Snape para que hablara. Los intentos de legeremánticos de la Oficina no habían dado fruto, pues sospechaban que los recuerdos y pensamientos del Slytherin con respecto a este caso eran falsos, pero no podían acceder a los verdaderos. Su barrera era poderosa, posiblemente capaz de engañar al Innombrable si éste llegaba a confiar en Severus.

La situación no era buena. Así como ella con sus agentes se había enfrentado con los del finado Ares Leroy, con saldo de cinco aurores y tres golpeadores lesionados de gravedad, bastantes más combatieron entre sí al enterarse que la gente de Leroy tenía carta blanca para matar.

Dos golpeadores y seis aurores habían muerto en la Torre del Reloj, en el peor choque entre fuerzas del Departamento. El operativo se salió de control cuando debieron sofocar el motín contra Dumbledore y los golpeadores quisieron actuar bajo la normativa del Decreto de Acción Final.

Discusiones en Hogwarts entre alumnos y autoridades se rompieron al revelarse ese Decreto, aunque fuera contra el descubierto Clan; al conocerse que estaban pendientes de arresto Venus Lovegood y Wallys Flitwick; al correrse la voz sobre los interrogatorios a las Hufflepuff que vigilaban a Lily Evans; al saberse sobre los más de cincuenta lesionados de gravedad entre el estudiantado. Lo peor, los muertos: Scamander, Travers, Fawley y Pettigrew. Estos últimos, pese a ser responsables de delitos, instantáneamente fueron tomados por mártires y en reacción el colegio había vuelto a amotinarse. Cero clases, cero obediencia. Bartemius ofreció su colaboración solícita. Dumbledore guardaba silencio.

El Ministro tenía un problema enorme de descrédito, pues aun con su decreto criminal, Crouch se mostraba como el hombre fuerte ante la opinión pública. El adalid contra las Artes Oscuras.

Tampoco Isis la tenía fácil. Una indagatoria había determinado que a Pettigrew lo asesinó uno de sus aurores, catalogado como ausente sin permiso como trámite pero al que ya podía por dársele por desertor: Yardley. Y en iguales condiciones, Mörlich, que en Hogwarts estuvo preguntando por Granger sin que le dieran ese cometido.

La agente Fitzyork tenía un moretón tremendo en el ojo derecho que le llegaba al pómulo y vendajes en brazos, que le dolían pese a los ungüentos medicinales. Había presentado su renuncia, sin que se la aceptaran.

De Granger no se sabía nada.

Fitzyork se vio en la inédita situación de necesitar a Snape. Era el único que sabía lo que se requería. Mas no iba a pedírselo de favor.

-Severus –lo llamó a través de la reja.

Snape estaba recostado en el suelo, con un antebrazo en los ojos para protegerse de la luz que no se apagaba. Estaba en trusa, mojado de pies a cabeza, pues cada hora el carcelero le tiraba un baldazo de agua fría. Obsequio del Inefable que hirió la noche que los persiguieron.

-Tus cómplices están en celdas mejores que las tuyas. Nada de torturas. Privilegios de tener buenos padres, no como tú.

-Por lo menos yo tuve padres, huérfana.

Isis se puso un cigarrillo en los labios.

-Y te falta lo mejor: No has visto el diario, Severus. Tu novia Granger está clasificada como infiltrada del Enemigo en el colegio.

-Esa no es mi novia –respondió él, sin moverse–. Me gusta Kirkwitch.

Isis se encogió de hombros.

Onyx PassionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora