Hermione se levantó, veloz, en cuanto Snape dejó el Gran Salón.
La castaña no respondió a las preguntas de a dónde iba, pasó entre los alumnos en las hileras de sacos y siguió por la Gran Escalera, el sonido de los pasos de Snape.
Consultó su reloj: 2:10 de la mañana. ¿Era ya tan tarde? Desde hacía meses perdió la noción del paso de las horas. Era el problema de vivir en el castillo como refugio contra ataques por aire, comiendo racionadamente, sin recibir clases, trabajando en desescombrar, cosechar o en reforzar conjuros defensivos.
En las siguientes semanas, la presión aumentaría e iban a atender refugiados y a esperar el asalto decisivo. Así, descubrían que era muy temprano o muy tarde, nadie dormía a horarios regulares, amanecía intempestivamente o notaban que habían transcurrido seis horas en vez de dos. No se tenía la misma percepción del paso del tiempo.
El ataque aéreo había cesado. Hermione cruzó ágil el pasillo circular de la Torre de la Gran Escalera, siguiendo en silencio el eco de Snape, y lo vislumbró a varios metros, cuando salió al Puente de Piedra.
A cielo abierto, la noche era fresca, de luna en disco a la derecha, con franjas de nubes. Tuvo un vistazo del Patio de Trasformaciones, su hierba con cráteres por explosiones, el gran árbol en el centro, quemado en partes de su corteza, pero intacto por lo demás, y vivo.
Snape era una silueta de negro compacto cuando entró en el Corredor del Primer Piso. No había antorchas en el muro de roca a su izquierda, de arcos góticos labrados, pero la luz de la luna entraba inclinada por dos niveles de vitrales ojivales a la derecha, en franjas vaporosas, donde Hermione se detuvo, llamando en voz alta que resonó en la galería:
-Profesor Snape.
Él giró, a varios metros de distancia de ella. Debía ir muy sumido en sus pensamientos, que hasta ahora supo que ella lo seguía.
-Miss Granger –afirmó, más que preguntó.
Ella tomó aire para cobrar presencia.
-Necesito preguntarle.
Snape aguardó, como silueta oscura.
-Lo siento si suena raro –advirtió ella-. No tengo tiempo para preámbulos, pero si sabe de qué le hablo, le pido que me responda. Solo preguntaré esta vez. Para mí es mortalmente serio. Nadie nos oye. Nadie lo sabrá.
Como Snape no contestó, ella lo soltó.
Desde el lado de Snape, Hermione debía ser una silueta delgada en las franjas de nubes vaporosas, en uniforme, de rizos que brillaban, y voz dulce, seria como el destino.
-¿Existe algo que quisiera decirme, que nunca me haya dicho, profesor? ¿Algo en su corazón? Si no lo hay, no importa, yo le diré. Pero necesito saber si mis impresiones son verdad.
Snape la analizó. Luego miró hacia el ventanal. La luz de la luna marcó sus facciones aguileñas. Volteó a ella súbitamente.
-Miss Granger –dijo, lentamente–. Perdone... que responda de inicio con una pregunta... ¿Me saludó en el Gran Salón pensando decirme esto?
Ella asintió.
-Sí, señor.
Él asintió a su vez.
-Qué extraña es la vida –afirmó, en breve eco–. Admito que pese a la magia, a los misterios, nunca comprendí la magia en el misterio de un instante.
Él puso una palma como si pudiera reunir en ella los delgados filamentos de luz.
-Siempre he admirado estas franjas de luz. Para mí, han sido un susurro de la vida. No encontré en ellas las respuestas que esperé, pero en cambio, la vida me dio en esta luz, saberes, imágenes, preguntas. Amados pesares. Entonces, sí... Ya que me pregunta con tal sinceridad mi respuesta tampoco sonará extraña. Sí... tal vez podría decirle algo al respecto. Miss Granger.
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Onyx Passion
Hayran KurguLa guerra está perdida. En un viaje por el tiempo sin retorno, Hermione buscará seducir a Severus para orillarlo a que mate a Ryddle. Ella se sumerge en la pasión oscura del ser incomprendidos, la soledad y el amor.