Beso Imposible

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Hermione abrió los ojos al apagarse el resplandor y una ilusión de movimiento la hizo irse de bruces.

Extendió los brazos bruscamente, exhalando de nerviosismo, notando que puso las palmas en un escritorio y que estaba sentada frente a él.

Se sacudió, como deteniéndose al caer.

Miró alrededor, respirando agitada, expectante.

Estaba en una oficina de maderas y tapices, con librero a la izquierda, puerta enfrente, macetas a la derecha y una ventana abierta a su costado, por donde entraba un plácido sol de mañana.

Su mente analítica dijo que en los anteriores usos de giratiempo no tuvo aquella sensación de inercia, porque los sucesos retrocedían visibles a su alrededor. Acaso tenía un leve mareo al final por la velocidad del aparente movimiento, pero no esta sensación vertiginosa de ser tragada por una nada deslumbrante y detenida de súbito.

Se recargó en el respaldo de la silla, suspirando.

Entonces tuvo la sensación de... estar recordando un sueño.

Desconcertada, sonrió, frotándose una sien. ¡Qué rídículo!, pensó. Acababa de despertar y por segundos pensó como si efectivamente hubiera viajado por épocas.

El ensueño se desvanecía. Frunció el ceño. Era...

... era sobre un giratiempo, efectivamente.

Se había soñado en Hogwarts, sí, un sueño terrible que le vino a la mente, más bien una pesadilla, vívida, cuyas escenas asomaban a su memoria, pero que se desplomaban en imágenes fijas: Dumbledore de pie en su despacho, ella por un coredor, Sprout, ruidos, pero el armazón, lo que se decían, el significado, se le esfumaban.

¡En fin!, suspiró y se encogió de hombros. No debía desvelarse con las rúbricas en documentos, pues ahora lo había pagado, dormitando en horas de trabajo.

Tomó un espejo al lado de los pergaminos ordenados de su escritorio y se arregló el peinado.

Se revisó, comprobando que no tenía arrugas ni a los lados de los ojos, ni en las comisuras de la boca. Le gustaba confirmarlo de vez en vez.

Se levantó y frente a un espejo se acomodó el traje sastre, analizando su figura al ponerse de costado, juzgando sus propias curvas.

No estaba nada mal para haber cumplido ayer, cuarenta años.

Llamaron a su puerta.

Supo quién era, pues tenía cita para consultar un tema sobre James Potter.

Hermione tomó asiento dejando pasar al Prefecto de Slytherin.

Un joven a punto de graduarse, de cabello negro y mirada intensa, entró saludando con un movimiento de cabeza.

-Buenas tardes, profesora Weasley -saludó, cortés y breve.

-Buenas tardes, señor Snape -respondió ella, fingiendo firmar un documento.

El Prefecto tomó asiento al otro lado del escritorio e inició su exposición. Lo mismo de siempre, comentó. Potter era esencialmente un cretino que no se resignaba a su ruptura con Lily Evans. El problema era que se hacía el gracioso atacando a algunos estudiantes de segundo año de Sly...

Hermione dejó de escucharlo, atendiendo a los gestos del joven Prefecto. Su valorar con gesto serio las torpezas del señor Potter, con esas sonrisas torcidas ocasionales del señor Snape, que curiosamente invitaban a sonreír con él.

Ella lo observaba y con el pulgar jugaba con su anillo de matrimonio. Últimamente le ocurría que perdía la atención a las palabras del Prefecto y se concentraba en sus facciones. Sobre todo después de...

Onyx PassionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora