Sangre y Fuego

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La alarma ululó en el Cuartel de Aurores, botas golpeteando a la carrera, volantes impresos que salían a velocidad de las oficinas a los pasillos, cayendo sobre los que pasaban por el vestíbulo de entrada del Ministerio de Magia y que se repartían por las calles en abanicos hasta adherirse a establecimientos, casas y muros públicos, convocando a la cacería de Severus Snape y sus cómplices de Slytherin, más la alumna Granger.

Montados en escobas treinta aurores comandados por la agente Isis Fitzyork y veinte magos golpeadores al mando de Ares Leroy volaron raudos hacia el castillo de Hogwarts. La confesión de Fénix Rosier, la mezcla de verdad con falsedad que decidió el veredicto contra los Slytherin y el deseo de Bartemius Crouch por arrancar de tajo el veneno de las Artes Oscuras eran el motor del operativo. No tardarían en llegar y ejecutar un plan que tenían preparado meses atrás, aun cuando sólo tenían sospechas.

Pero ahora todo era claro. No iban a perdonar a nadie.

Diez aurores se presentaron ostentosamente en San Mungo quitando de su camino a enfermeras y medimagas y llegaron a las habitaciones de Venus Lovegood y de Wallys Flitwick. Tenían conocimiento que con ellos se encontraba Hermione Granger luego de la trifulca en Hogwarts.

Las Hufflepuff que cuidaban a los heridos inconscientes, gritaron de miedo por la entrada de los aurores, que aventaron las puertas.

-¡Afuera, ahora!

El encolerizado personal de San Mungo era echado atrás y los agentes colocaron a las chicas de espaldas a una pared con ventanas hacia un pabellón para convalecientes, donde asustados familiares protegieron a sus pacientes con sus cuerpos.

-¿Dónde está la delincuente Hermione Granger? –vociferó amenazante un auror– ¡Sabemos que está aquí, no mientan o será peor para ustedes!

Espantadas, pero no cobardes, las chicas desafiaron a los aurores a los ojos sin decir una palabra.

Movimiento del personal a unos metros, del que destacó una mujer:

-¿Cuáles son sus órdenes? –ella llegó veloz, furiosa– ¡No es manera de entrar a un hospital, les exijo que se retiren!

-No es su asunto, señora –le respondió otro agente mientras su compañero interrogaba a las Hufflepuff, que aguantaban lágrimas sin soltar prenda.

-¡No soy señora –respondió-, soy la Medimaga Directora de San Mungo y me dirá con base en qué cargos entra a las habitaciones de esos chicos! ¡Y dejen en paz a esas niñas!

-Lovegood, Flitwick: Sospechosos de complicidad en homicidio.

La directora no daba crédito:

-¡Eso es completamente absurdo, reportaré al Ministerio!

-Es suficiente –el agente llamó a un tercero-. Llévatela. Cargo: obstrucción en operativo de seguridad del Estado.

El agente sacó a la directora, que se resistía. El primero fue a la fila de chicas.

-¿Tienes sus nombres? –preguntó a su compañero.

-Afirmativo.

El auror chasqueó los dedos a las Hufflepuff.

-Lárguense. Si se encuentra culpables a sus amiguitos iremos sobre de ustedes.

Dos aurores montaron guardia afuera de las habitaciones de Venus y de Flitwick. Los otros ocho la buscaron por el hospital.

Hermione, escaleras abajo, escuchaba el vocerío. Creciendo en ella la intuición que su presencia con las chicas las ponía en riesgo, se despidió para volver a Hogwarts en una de las escobas con que vinieron. Dejó a las chicas segundos antes de la llegada de los agentes. Tomada del pasamano confirmó que no arrestaron a ninguna. Entonces no había razón para entregarse. Debía volver con Severus.

Onyx PassionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora