Nadie Más que Tú

187 17 5
                                    


El Baile de Año Nuevo proseguía animado en Hogwarts, y copos de nieve bañaban las calles blancas de frío, cuando Hermione abrió la puerta de su residencia dando un paso atrás, abrazada de la cintura por Severus, repartiéndose besos, jadeando de anticipación en la oscuridad de la sala.

Severus cerró la puerta y cargó a Hermione, subiendo con ella por las escaleras, besándola en los labios.

Entraron a la recámara; la ventana a través de una cortina de seda, dejaba caer luz nocturna en una cama de sábanas de seda.

Él la depositó, con deseo y con cuidado, en el lecho.

-¡He soñado tanto con tenerte así...! –aseguró él, deseoso, enamorado, acariciándole el rostro, los rizos dorados.

-¡Severus...! –ella, agitada, le tomó la cara, los mechones negros– ¡Y yo lo he esperado tanto...!

Al acariciarle la espalda, la castaña descubrió las largas cicatrices entrecruzadas, otras en su tórax y una más en el abdomen, causada por una botella rota con que se intentó quitarle la vida. Y la silenciosa y olvidada Marca Tenebrosa en su antebrazo.

-Esto ya no importa, Severus -afirmó ella-. ¡Somos el ahora...!

Él le dedicó una insinuada sonrisa, fascinado con Hermione.

-Nada de eso importa -estuvo de acuerdo-. ¡Ahora, somos nosotros...!

Entreabrieron sus labios... rozándose, buscándose... despojándose uno al otro y a sí mismos de la ropa, con premura.

Acomodándola en el centro de la cama, su cabeza en la almohada, la besó en las mejillas, y mirándose a los ojos, ella asintió, indicándole que continuara.

Snape, lentamente, se hizo adelante...

Sin brusquedad, tembloroso de deseo, pero con delicadeza, fue ingresando en la intimidad de Hermione, ruborizada y ardiente...

Severus jadeaba, hundiéndose en la húmeda calidez que lo esperaba, y música a su oído fue el gemido de Hermione cuando lo rodeó con brazos y piernas, recibiendo el firme deseo de él.

Llegó a un límite, donde él la abrazó con especial cariño, y jadeante, adelantando la pelvis de un solo movimiento, la barrera cedió junto con un suspiro de ella.

Snape gemía, viéndola a los ojos de luz de Luna, escuchando la sentencia de ella:

-... ahora eres mío...

Los besos se hicieron más apremiantes, en mejillas, en los labios, en la boca, cuando uno y otro se mecieron atrás y adelante, alejándose y encontrándose con ardor creciente, totalmente unidos, por fin abrazados y entregados el uno al otro al cabo de eras, cumpliendo una cita largamente esperada, sellando su amor en ese vaivén, abrazos y caricias en sus cuerpos.

-... por fin... te tengo, amor mío... -jadeaba él.

Colocándose de rodillas en el lecho, Snape la tomó por la cintura, bajando las manos a las redondeces de ella, haciéndola dibujar un arco, embistiendo con intensidad, con frenesí, observándola retorcerse de placer y aferrar la almohada donde sus rizos se extendían.

La cama seguía con sacudimientos, los movimientos y gemidos de los dos amantes., y continuó cuando Snape, sin salir de Hermione acomodó sus piernas y la hizo darle la espalda, y recostados de lado, sujetándola de las caderas, embistió repetidamente, escuchándose el sonido del choque de sus cuerpos, sin pausa, cada vez más fuertes.

La habitación se invadió de los gemidos de ambos, del chasquido de sus besos, de sus palabras de amor entrecortadas y del ritmo sin detenerse de su encuentro apasionado.

Onyx PassionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora