Esa Luz

87 12 0
                                    

Hermione y Severus, en la caída de nieve que cubría el bosque invernal, contemplaron la distante mole del castillo de Hogwarts.

Ella se había despedido con abrazos y besos de una sentimental Venus Lovegood, sus Hufflepuff y Wallys Flitwick, al cabo de una larga conversación. Fue dentro del colegio, donde el motín continuaba, habiéndose formado una mesa de discusión entre representantes de los alumnos y un abatido Dumbledore, para modificar cuestiones del manejo de la escuela. La gravedad del caso había atraído la atención de los padres y del Ministerio; no era inusitado pese al régimen medieval de la institución, pues las revoluciones ocurren.

En abrigos y bufandas, la castaña y Snape se tomaron de las manos enguantadas, rumbo a la estación de tren donde estaban los del Clan, también debidamente abrigados. Sin los galeones del tráfico, que por otra parte había sido desmantelado por la Oficina, lo que harían sería ir paralelos a las vías. El dónde, cómo y qué, se resolvería en el camino. De todos modos no estaban convertidos en ciudadanos modelo.

Hermione había aceptado sumarse, con el pedido amable de Snape de no recurrir a su fortuna. La existencia de la Gryffindor era un secreto de Estado. A los ojos de éste, ella había cumplido con su misión, por lo que las condiciones creadas para su permanencia en la sociedad se le habían conservado. Como los Slytherin, la Gryffindor no había cobrado víctimas mortales en los atentados del Clan. Con respecto a los delitos... ellos ya iban sin apoyos por el camino.

La castaña lo encontraba emocionante, y yendo de la mano con Severus, ambos mochila a la espalda, la castaña pensó que necesitaba hablar con él.

Podía callarlo; podía vivir dejando que el pasado se borrara por completo; pero eso sería ocultarle, no era leal.

-No sé si me precipité al aceptar... -opinó ella- No digo que unirme al Clan, porque con lo vivido me siento parte como si lo fuera desde hace mucho...

Severus la escuchaba. Ella agregó:

-Me refiero a que me falta tu opinión sobre mi estar.

-Sabes lo que opino –él se extrañó.

Caminaron un corto tramo, hasta que ella aventuró:

-Hay algo que debo explicarte, Severus.

-De acuerdo –el asintió.

En verdad había cambiado, pues no reaccionó con desconfianza; el de antes le habría soltado la mano, al contrario, se la apretó suavemente.

Hermione hizo igual, aunque experimentó nerviosismo.

-Al inicio me dijiste que te bastaba con saber de mí lo que yo te dijera... bueno, ahora quiero contártelo todo...

Severus la detuvo, bajándose la bufanda de la boca y tirando de Hermione, bajó su bufanda y la besó en la boca. La calidez de su caricia y el abrazo los confortaron en el frío.

-Está bien –aseguró él–. Nada cambiará.

La castaña se le recargó.

-Y si cambia, ¿me lo dirás?

-Confía en mí.

Ella asintió, un poco preocupada, besándolo en los labios.

-De acuerdo.

Le pidió ir lejos del camino, atravesando la barrera de árboles. Del otro lado se extendía el campo plano, árboles a cientos de metros y un terreno de espigas donde volaban, lentas, aves invernales.

-No abriste el arcón en la Cámara de los Secretos –reconoció ella, sacando el pequeño cofre de la mochila, ambos sentados sobre una manta impermeable que colocó en el suelo blanco–. Gracias por confiar en mí. Ahora te explicaré.

Onyx PassionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora