Varitas de Magos Muertos

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-Rosier Manor –aclaró Snape.

Hermione admiró la fachada negra del palacete de diez ventanas en cada uno de sus tres niveles.

Con elegante movimiento de varita Snape abrió la gran puerta de hierro forjado y juntos entraron a la recepción.

Era una zona vasta que desembocaba en un alto umbral desde donde se apreciaba una gran sala de muebles cubiertos por telas. De este lado, elegantes sofás de terciopelo morado, desperdigados, en desorden entre los cuales se levantaban lámparas apagadas, eran el sitio donde esperaban ocho Slytherin en parejas, sentados, recostados o con las piernas en los descansabrazos.

La Mansión Rosier compartía con otras de los sagrados, el ambiente de semiabandonado y de añejo. Las grandes familias de magos venían de tiempos de esplendor, pero transitaban por una decadencia de decenios o de siglos. Por eso sus propiedades emanaban ese aire de venido a menos, de algo roto en un pasado donde algo nefasto había ocurrido.

Así había sucedido en innumerables ocasiones, pero también esos salones vastos y silenciosos hablaban de cómo esas familias se disolvían, de su enmudecer por no saber enfrentar el hecho de que el mundo de los magos contenía identidades diferenciadas. Se veían a ellos mismos como depositarios de la pureza frente a la confusión. Aferrados a un pasado que idealizaban, que veían elevado tanto como deseaban serlo, vivían en monumentos o en casas que se desintegraban, pero que veían brillantes gracias a sus famosos apellidos.

Hermione pensó que los chicos de negro y desabrochados abrigos en los sofás, que la observaron impasibles o con mínima inclinación de cabeza, eran el resultado de esa visión intolerante. Mestizos, squibbs, puros, cada grupo era una minoría. El problema para esos Slytherin era que les inculcaban la certeza de ser especiales; también era que algunos se rebelaban al sometimiento y a las exigencias pagando por ello.

Alumnos de Slytherin de ambos géneros, que conocía de vista: Nott, Shafiq, Travers y Greengrass, con historiales de comportamiento conflictivo, reyertas, confiscaciones de objetos mágicos y detenciones.

La castaña pensó que su medida tuvo éxito. Incluir el apellido de Rosier en el suyo le daba carta de presentación para entrar al círculo de Severus. Por lo demás se trataba de Severus y para el Clan eso autorizaba que le gustara una Gryffindor. Igual esperaban a probar la valentía de ella, pues Hermione sabía que no se reunían para jugar.

La castaña no iba retroceder.

Shafiq repartió varitas desgastadas. Hermione tomó una, recibiendo la escueta explicación:

-Usamos varitas de magos muertos.

Greengrass se golpeteó una palma con la varita correspondiente.

-Se compran con los traficantes de la Casa de Apuestas de Knockturn, son excelentes para no ser rastreado.

Nott analizaba la suya a la luz de una ventana.

-Más fácil que en la Menuiserie –comentó.

Excepto Snape, que no festejaba chistes, los demás Slytherin rieron; la castaña no entendió la razón; supuso que sería una broma de Artes Oscuras.

-¿Qué haremos, Cuervo? –preguntó Travis, dando tajos en el aire con una varita del siglo XVI.

A su indicación aparecieron en un vasto espacio techado y polvoriento, que podría ser la fábrica abandonada de Cokeworth o una nave que sirviera como bodega de mercancías en épocas mejores.

-Enciendan el Leviatán –ordenó Snape.

Travers hizo un pase, lo que trazó con magia un dibujo rojo e intrincado en el suelo, que Hermione gracias a sus revisiones en la biblioteca reservada identificó como un Argentum Noctem o signo de Plata de la Noche perteneciente a la hechicería, donde de la aparente nada se encendió un fuego sorprendentemente alto, de color de jade.

Onyx PassionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora