Capítulo 4. Damisela en Apuros II.

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Sofía escuchó una voz sensual pero fuerte que sonaba en la habitación como un eco, él estaba detrás de la enfermera y de Thomas así que ella no prestó atención a su alrededor, cuando Thomas se hizo a un lado logró ver a ese hombre, era como un monumento de los dioses nórdicos, griegos y romanos combinados; ese hombre era un monumento increíble, ella no pudo evitar mirar esos ojos hermosos y curiosos, algo que a ella le fascinó y sus miradas se cruzaron, los dos sintieron que el tiempo se detuvo solo para ellos dos y su sonrisa como un mismo demonio perverso y a la vez coqueto.

—Buen día, señor –salió la voz entrecortada de Sofía, no podía evitar que su voz sonara normal, ya que ese hombre sí que la impresionó.

—Buen día, señorita Sofía –Sebastián se acercó a ella con las dos manos metidas en el bolsillo de su pantalón, su postura al caminar era tan radiante que era difícil quitarle los ojos de encima, Sofía se sintió atraída por él, su mente volvió en sí cuando este le habló y le tendió la mano como saludo —Mi nombre es Sebastián Alberto Dominic y le pido disculpas porqué fui yo quien la atropello, ya que venía distraído y no la vi a tiempo.

—¿Usted me atropelló? –preguntó ella en un pequeño susurro, ya que al darle la mano su corazón empezó a latir a millón, su rostro que antes era pálido por alguna extraña razón se volvió como un rojo carmesí —Perdón señor Dominic, fui yo quien estaba distraída, así que fue culpa mía.

—Sí, en cierta manera es culpa tuya –dijo Sebastián en un tono no tan cariñoso, más bien era un tono lleno de reproche, porque su mente solo estaba en la mano de Thomas posada en el hombro de ella, por extraña razón, sus celos estaban a millón, nunca había sentido ese sentimiento de posesión —¿Soy idiota o qué me pasa? — Se preguntaba él mientras no podía evitar condenar con su mirada a Thomas.

—¿Sebastián no crees que eres un poco grosero con ella? –preguntó Thomas viendo como su mejor amigo lo estaba mirando como un cadáver viviente.

Sofía retiró la mano de Sebastián y se giró para regalarle una sonrisa a Thomas —No se preocupe señor Thomas –volvió a mirar a Sebastián, pero esta vez su mirada no era de admiración, más bien de asco por este hombre cruel —El señor Dominic tiene razón, fue culpa mía...

Por una extraña cuestión, la mirada de ella le entristeció a Sebastián, pero se sintió satisfecho cuando el hombro de ella no tenía la mano de Thomas, pero, aun así, no pudo evitar seguir siendo grosero con ella —Me alegro de que lo entiendas, ahora dime ¿Cuánto necesitas?

—¿Cómo que cuánto necesito? –preguntó ella sin entender que hablaba él.

—Sí claro, para la indemnización –la sonrisa de hombre de negocios salió a relucir, era como otro hombre, dejando desconcertada por ese cambio de aura a Sofía —Cambié de idea, mejor pagaré todos tus gastos para estar en paz y salvo contigo –para Sebastián, un hombre que nunca coqueteaba con una mujer, que no sabía cómo tratarlas dulcemente, solo hacía lo que su mente torpe le indicaba, quizás su forma de decir todo era un campo de mina, Sebastián pensó que con eso, la bella mujer en la cama estaría contenta y le sonreiría como le sonreía a Thomas, pero se equivocó.

La furia de Sofía al ver ese rostro tan atractivo, pero cruel, fue algo odioso para ella, que por extraña razón su ira empezó a salir —Disculpe señor Dominic, no necesito de su caridad, además, señor Dominic, yo puedo pagar el hospital con mi propio dinero y sí no tiene nada más que decir, puede retirarse, se lo agradecería –después de decirle eso, a Sofía le hervía la sangre, pensó que era una buena persona pero ese tipo era cruel —¿Cómo se le ocurre tratarme de esa manera?— Se preguntaba ella mientras su mirada fría caía en ese apuesto rostro, ella ahora lo único que quería era que ese monumento de hombre cruel se fuera, ella estaba reteniendo las lágrimas lo más fuerte posible.

Jefe Cruel y su DamiselaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora