Capítulo 50. Hospital Serenidad.

442 16 0
                                    

—Pero si es así, es decir, que el presidente Marc –Antuan estaba analizando toda la situación —Es posible que la tengan en contra de su propia voluntad.

—Eso es lo que quiero que averigües Antuan, la razón por la cual ella no se comunicó con nosotros durante estos cuatro años y ahora estando aquí en Francia, tan lejos de nosotros –los puños de Sebastián estaban apretados tan fuerte, que sus nudillos estaban con una mezcla de verde y blanco de la presión, los soltó con el aviso de las puertas del ascensor abriéndose para dar paso y salir de ese edificio.

Justo antes de que salieran Antuan y Sebastián del edificio, dos horas antes, Don Dante se había llevado a su hija y nietos en el automóvil para el hospital Serenidad.

—Abuelito ¿Mami estará bien? –preguntó Amelia con lágrimas en sus brillantes ojos.

—Tranquila pequeña de abuelo, mientras abuelo esté aquí a mami jamás le volverá a pasar nada, eso se los juró.

—Y ¿Por qué razón esperaste tanto tiempo para buscarla? –preguntó con una mirada fría y de temer el más grande de los tres, era la personificación de carácter y aspecto de Sebastián.

—Derek, tú abuelo a estado buscando a tú madre durante esos cuatro años y medio, y me dieron una noticia de que aquí podría estar, por eso estoy ahora al frente de ustedes, debes creerme –agarrándose la barba larga y suspirando dijo —Debes creer en abuelo y tú padre, que no ha habido un día que no la hemos buscado, por mar y tierra, por cada rincón de este puto mundo, piedras tras piedra hasta encontrarlos aquí, nieto créenos.

—Yo te creo abuelo –dijo un guapo niño con lágrimas aguantadas en sus ojos, el pequeño pero grande de corazón Damián.

—Gracias mi pequeño gran hombrecito Damián –dijo su abuelo después de tocarle la suave mejilla.

Mientras su madre estaba recostada con la cabeza en el regazo de su padre.

—Mi pequeña princesita, papá no dejará que te vuelvan alejar de mí lado –dijo con grandes lágrimas en los ojos Don Dante, los tres pequeños miraban con ojos grandes a su abuelo, que mimaba con amor a su madre.

—Disculpa abuelo, he cometido un error –dijo el pequeño Derek, agachando la cabeza para aguantar las lágrimas en sus brillantes ojos verde y azul.

—No mi pequeño, es el abuelo que les debe pedir perdón a los cuatro, por no ser más fuerte, por demorar tantos años en encontrarlos.

—Abuelito, nosotros te amamos ¿Verdad hermanos? –dijo y a la vez preguntó la pequeña Amelia, que tenía los ojos igual que su abuelo y su madre.

—Soy el abuelo más feliz de la tierra —Don Dante se reía de la felicidad, pero con lágrimas en los ojos —Mi corazón salta de alegría por tener a tres hermosos nietos.

—Abuelito ¿Cuándo vamos a conocer a papá? —preguntó Amelia a la expectativa de su respuesta con sus brillantes ojos abiertos.

—Sí, papá, debo comunicarme con él enseguida.

Justo Donatello le dijo —Ya me he estado comunicando con ellos, pero están fuera de cobertura, seguiré intentando llamar a mi hermano Don Dante.

—Gracias muchacho.

—Abuelo, él ¿Quién es?

—Donatello es su tío, es el hermano de su padre, se criaron juntos, así que deben decirle tío Donatello ¿Han entendido?

—Sí –dijeron los tres con alegría.

Donatello sintió un calor de alegría en su pecho, él no tenía más familia que su hermano de sangre Antuan, su esposa y sobrino y su hermano de no sangre y crianza Sebastián, con algunas lágrimas pequeñas rodando sus ojos color miel, se las limpió para llegar a un magnífico y grande hospital con letras en gris y azul platino "Hôpital Sérénité" en francés muy hermosas.

—Don Dante, sobrinos, hemos llegado.

Cuando la familia salió del automóvil para entrar a urgencias, en ese preciso segundo, estaba saliendo Bastián a buscar unos papeles para la reunión de unas horas con el empresario Dominic, cuando vio a tres pequeños conocidos agarrados de la mano de un señor de dos metros de alto, grande, fuerte con un cabello y barba largos bien limpia, con un saco negro y una corbata del mismo color.

—Niños –gritó Bastián, para que los tres pequeños miraran a unísono el rostro conocido.

—Doctor Bonnet –dijo educadamente Derek.

Aunque Bastián los conocía y los adoraba como parte de su vida, pero estos niños siempre lo trataban tan cortés, no lo rechazaban, pero tampoco lo aceptaban.

—Niños ¿Dónde está su madre?

—Abuelito –dijo Amelia —Abuelito este es el doctor que atiende a mamá por sus fuertes problemas de la cabeza, quizás él pueda ayudarla ahora abuelito.

—¿Abuelo? –preguntó con ojos lleno de asombro y con gesto de sorpresa en el rostro.

—Buen día, caballero mi nombre es Dante Schneider, padre de Sofía Elin Schneider.

—¿Elin? Sofía Elin Schneider ¿Ese es su verdadero nombre? –preguntó con dudas al ver al hombre que tenía al frente.

—Sí, puedes decirme ¿Qué sucede con mi hija por favor? –la mirada de preocupación de Don Dante llamó la atención de Bastián, pero no solo eso, sino el gran parecido que tenían ellos dos, con mayor seguridad podría decir que eran padre e hija.

—Claro, por favor señor, Schneider, sígame para chequear a Elin.

—¿Elin? ¿Conoces su nombre real?

—¿Conocer? Bueno, ella perdió la memoria hace ya cuatro años y seis meses, pero lo único que recordó era que su nombre era Elin, que una persona le decía así, por eso ella nos dijo que la llamáramos así, hasta hace dos semanas atrás se recordó el nombre de Sofía, ahora solo quieren que la llamen Sofía, pero me he acostumbrado estos años a llamarla por Elin.

—Entiendo.

Con esto último, ya a Sofía la tenían en una sala de reposo, porque tuvo una conmoción emocional que hizo que se desmayara, le dieron algunas infusiones para descansar el cuerpo y la mente.

—Director Bastián, su novia Elin se encuentra en la sala dos, habitación 205 –dijo la enfermera.

Después de escuchar eso, el rostro de Donatello y Don Dante se oscurecieron, ya que la idea de "Novios" no le agradaban, pero para nada.

Cuando Don Dante iba a decir algo el pequeño Derek se le adelanto.

—Mi madre no es su novia bella dama, creo que te has equivocado, el doctor Bastián es un buen amigo de nuestra madre, ahora mi padre debe venir por ella –la forma de expresarse de Derek era sutil pero llena de malestar, con una fría mirada se podía decir que era la exacta versión de Sebastián, Donatello que lo observaba se le heló la piel, que involuntariamente se sacudió, mientras que Don Dante sacó una sonrisa de satisfacción de ese nieto tan inteligente.

—Ya has escuchado a mi nieto –dijo Don Dante a la enfermera y luego fijó sus ojos fríos en Bastián —Ahora doctor Bastián, lléveme con mi hija por favor.

—Por favor señor, Schneider, no se lo tome a pecho, nosotros hemos estado juntos desde hace cuatro años, es lógico que mi personal piense ese tipo de cosas.

—¿Tú personal? ¿Es este tú hospital? –preguntó mirando fríamente al guapo Bastián.

—Sí señor Schneider, es este mi hospital, pero puedo asegurarle que Sofía estará muy bien atendida, les agradezco que me sigan a la sala donde se encuentra ahora mismo.

Bastián con algo de vergüenza y con los puños apretados dentro de los bolsillos de su bata, encaminó a la sala de Sofía, donde está estaba plácidamente dormida, los niños con su abuelo y Donatello entraron para verla, la sala era un tipo VIP, era grande, espaciosa, con un sofá cómodo y una cama para acompañar al paciente.

—Donatello llama a mi yerno, él debe saber que hemos encontrado a Sofía y a sus hijos.

—Sí Don Dante, enseguida vuelvo a llamar.

—Doctor Bastián, dígame ¿Qué sucede con mi pequeña princesita?

Jefe Cruel y su DamiselaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora