Capítulo 52. Aún no despierta.

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—Papá, mamá está aquí en el hospital, vamos –y fue Damián quién le tomó la mano para que se dirigieran a la sala donde estaba Sofía.

Esto era algo que él no podía asimilar al cien por ciento, su voz llena de asombro salió para darle una orden a su amigo —Antuan, llama a Don Dante y Donatello, dile que encontramos a Sofía.

—No es necesario que hagas eso Papá –dijo Derek —El abuelo nos encontró primero, fue él quien trajo a mamá aquí después de desmayarse.

—¿Desmayarse? –preguntó algo abatido.

—Sí, mamá tiene problemas en su cerebro que la hace desmayarse en ocasiones largas, pero siempre se despierta con una bonita sonrisa para nosotros.

—Vamos con su madre niños por favor –pidió con gran apuro Sebastián mientras era guiado por las dos pequeñas, pero cálidas manos de sus hijos doblaron y entraron a la puerta 205 donde estaba Don Dante y Donatello y justo Amelia que estaba en la cama de invitados acostada con una frazada de lana suave rosada.

—Sebas, muchacho has llegado por fin –dijo Don Dante para levantarse de la silla donde estaba sentado mientras agarraba la mano de Sofía.

Pero Sebastián no escuchaba nada de lo que decía este, solo se fijó en la cama donde estaba la mujer que hace cuatro años y medio no veía, estaba realmente hermosa, algo pálida, pero muy hermosa, su largo cabello seguía tan hermoso como siempre, no se dio cuenta cuando sus pequeños hijos le había soltado la mano y por inercia se acercó a la cama ignorando a Don Dante, tomó la mano fría de Sofía y la besó suavemente —Al fin estás a mi lado mi pequeña flor encantadora –y sus lágrimas no aguantaron más para llenar sus hermosos ojos, él la besaba por cada rincón de su hermoso rostro, sus ojos, su frente, su cabello, su nariz y después sus frágiles y algo pálido de sus labios como cereza jugosas.

—Sebas muchacho, necesitamos hablar.

Dante lo sacó de su momento de trance mientras miraba a Sofía, se giró sin soltar la mano a ella —Dime –dijo sin emoción alguna.

—Ya conociste a tus hijos, pero te falta una pequeña princesita por conocer.

—¿Alguien más? –preguntó este mirando a los niños.

—Sí, falta nuestra hermana.

—¿Hermana? –preguntó lleno de dudas.

—Sí papá, nosotros somos trillizos y aquí –haciendo énfasis en la cama de al lado, donde estaba un cuerpecito en modo fetal, bien arropada por el frío del aire acondicionado.

Sebastián soltó por segundos la mano de Sofía para caminar hasta la cama de al lado y destapó con cuidado a la pequeña niña con un cabello rizado pero suave, con los cachetes rosados, que dormía con una respiración suave y uniforme.

Derek se acercó a él y le dijo —Papá ella es Amelia, ella es tú hija y nuestra hermana menor.

Sebastián miró a su hijo y lo levantó en sus brazos para abrazarlo y darle un bonito beso en su cachete —¿Y tú mi pequeño doble?

—Yo soy el hermano mayor, ya que nací primero, después nació Damián y por último Amelia.

—Amelia –repetía ese nombre en un susurro tan suave como el algodón, mientras que colocaba una de sus manos en la cabeza de ella para hacerle un mimo.

A esto la pequeña se voltea y se levantó con los ojos desenfocados, se pasaba las manitas pequeñas por los ojos, al ver al guapo hombre pensó que era Derek su hermano mayor —Derek ¿Por qué te ves tan grande y guapo?

La sonrisa en Sebastián era magia pura, era la mejor sonrisa de la tierra, porque su familia estaba reunida ahora, y sobre todo porque encontró a Sofía y no solo un bebé sino tres. Don Dante se volvió a sentar tomándole la mano a su hija, Donatello y Antuan observaban todo con una sonrisa fresca en sus rostros.

Jefe Cruel y su DamiselaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora