Capítulo 59. El dispositivo de memoria.

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El rostro de loco que tenía Bastián daba miedo, tenía una sonrisa retorcida como un demente, justo como si fuera un hombre recién salido de un psiquiátrico. Ahora le tocaba a Bastián mover sus piezas de ajedrez para acabar con Sebastián.

A la mañana siguiente en la villa de Sebastián.

En la gran cama de sábanas blancas de algodón, con retazos de un azul marino, se estiraba Sofía, ella abría sus bellos ojos, dejando que la luz que traspasaba las cortinas blancas la alumbrara felizmente, girando, se encontró con el rostro hermoso, el hombre descansaba felizmente, con una pequeña sonrisa en esos labios rojos y carnosos de Sofía, su blanca mano se posó en la mejilla de Sebastián, mientras ella le daba pequeños mimos, se acercó a él y lo besó —Buenos días, cariño mío –dijo Sofía.

Sebastián abrió los brillantes ojos con sorpresa al ver que su querida esposa no se olvidó de él —¿No me olvidaste? –preguntó algo temeroso de su respuesta.

—Te dije anoche que no me volvería a olvidar de ti, te has calado en lo más profundo de mi ser Sebastián –ella lo besó en sus bellos labios, rodeando su cuello y subiéndose encima de él.

—¿Qué haces pequeña traviesa? –preguntó juguetonamente Sebastián.

—Hago lo que más deseo y es amarte –ella se acercó a él y lo volvió a besar apasionadamente.

Ellos dos estaban entre juegos y mimos, hasta que unos toques en la puerta hicieron que los dos fijaran sus ojos en la misma.

—Mis hijos –dijo Sofía con los ojos iluminados.

Sebastián la miró algo impactado y le preguntó —¿Te acuerdas de los niños?

Ella lo miró y asintió en afirmación —Cariño, no sé qué pasó, pero puedo recordar muchas cosas, mi embarazo, mis trillizos, nuestra primera vez, nuestro primer encuentro en el accidente de automóvil que me atropello Donatello, cuando ayudaste a mi padre Frank, cuando conocí a mi verdadero padre Dante, hablando de él –hizo un gesto con los dedos —Deseo verlo y darle un fuerte abrazo, lo extrañaba mucho.

La sonrisa de Sebastián era la más especial y mágica, era brillante como si un niño consiguiera lo que más deseaba, sus pequeños hoyuelos eran más notables, haciéndolo ver encantador, se acercó a ella y la abrazó con mucho amor —Cariño mío, te amo, te amo con locura Sofía, estoy realmente feliz de que me recuerdes, que recuerdes a nuestros bellos hijos y a tú padre, Sofía te amo mucho.

Sofía se sentía encantada, volver a recordar era la mejor sensación de todas, poder ver en sus memoria su pasado, era lo que siempre quiso —Te amo más cariño mío, pero ahora deja que los niños entren que los extrañaba y mucho.

—Está bien pequeña flor –dijo mientras se separaba de ella —Adelante –gritó un risueño Sebastián mientras se colocaba su ropa y Sofía también.

—Mami –gritó Amelia, quien fue la primera en entrar corriendo a los brazos abiertos de su madre —Mami ¿De verdad eres tú? Mami, te extrañaba mucho, pensé que jamás te volvería a ver, tenía mucho pero mucho miedo de que jamás me recordaras.

—Perdóname mi niña linda, mami ya está mejor gracias a papá, mamá jamás te volverá a olvidar ¡Te lo prometo!

Damián y Derek estaban en la puerta con lágrimas en los ojos, al ver a su madre y prometerle eso a su hermana Amelia, los dos no soportaron más y se lanzaron a los brazos de su madre llorando con gran tristeza.

—Pensé que te perdería mamá –dijo Damián.

—También lo pensé mamá, pero papá nos prometió que te ayudaría y así lo hizo –Derek miró a su padre —Gracias papá –agradeció Derek con lágrimas en los ojos mientras abrazaba fuertemente a su madre.

Jefe Cruel y su DamiselaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora