VII ⚔️

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Adeena.

Empezaba a creer que mi existencia era algún tipo de cuota a pagar, tal vez en una vida pasada cometí atrocidades, y ahora en ésta estaba pagando cada una de ellas.

Luego de ser golpeada hasta la inconsciencia (donde creí que era mi fin), desperté en una fría y oscura mazmorra, no habría podido ver nada de no ser por mi condición de meztisa, el ser "mitad" hada me dio la visión necesaria para diferenciar todo a mi alrededor. Intententé levantarme, pero mi cuerpo apenas y respondía, al final conseguí mover mi mano unos centímetros, pero un dolor parecido a la quemazón me obligó a detener el movimiento.

Contra cualquier reacción lógica, lo primero que hice fue reírme a fuertes carcajadas, no me divertía el dolor, ni mucho menos estar ahí. Me reía de mi misma, por haber sido tan ingenua al creer que por fin me iría al descanso eterno, la vida ya me había demostrado que le gustaba usarme como saco de boxeo.

El sonido retumbó por todo el lugar, y por ende, un guardia vino a dar un vistazo a mi celda. Alzó una ceja al verme retorcida en risas, y luego desapareció entre la oscuridad. Pasado un rato (y después de terminar de carcajear como una loca) escuché el sonido de varios pares de botas viniendo hacia mí, levanté la vista al escuchar la reja abrirse, y ví a el mismo guardia, acompañado de otros tres; mi instinto me pidió a gritos que corriera, pero el no sentir mi cuerpo, y además estar resignada a una muerte segura provocaron que no hiciera objeción alguna cuando me tomaron por las muñecas y me sacaron a rastras de ahí.

Debí desmayarme de nuevo, porque de un momento a otro me encontraba en otra habitación. Traté de moverme, pero me percate de que mis brazos estaban atados sobre mi cabeza, y la puntas de mis pies apenas tocaban el suelo. Me habían colgado cual piñata.

–"No había mayor amor que el que existía entre el rey Edmund, y la guerrera Adeena."– era un hombre el que recitaba, mirando con burla el libro que tenía en las manos –"Todos podían ver la mirada maravillada que el rey daba a su hada, y la abnegada por más estricta y firme que fuera, no podía evitar que sus ojos brillaran ante ese amor que sentía por él".

–¿Qué? Me das una clase de historia– solté con burla –Por si no lo sabías, yo viví en esa época.

El telmarino me miró enfadado por haberle interrumpido, y sin cerrar el libro, lo dejó en una de las mesas.

–Creo que no me presente debidamente– me dijo cunado quedó a unos centímetros de mi –Soy Miraz, el futuro rey de esta nación.

Aparenté calma ante la revelación, pero el enojo estaba inundandome las venas. Ese malnacido estaba justo delante de mis narizes, y yo no podía hacer absolutamente nada.

–Sí claro, y yo soy Aslan.

Tal vez no podría defenderme físicamente, pero sería lo más irritante posible, ¿era lo más tonto? Sí, pero era lo único que me quedaba, y si tenía suerte, tal vez me matarían para silenciarme.

Un golpe en mi espalda me hizo chillar, pero enseguida me controlé, no me doblegaría tan fácilmente.

Al ver que no hize ninguna otra señal de dolor, Miraz comenzó a pasearse lentamente por todo el cuarto.

–¿Sabes? En caso de lograr tener un prisionero, deseaba que fuera una de las hermanas, o incluso uno de los jóvenes; tú no me sirves en lo absoluto.– explicó, fingiendo decepción –No te ofendas, pero eres un cero a la izquierda en esta situación, para lo único que me serviras, es para que todos vean lo que pasa cuando se me desafía.

Me miró esperando una respuesta, pero permanecí en silencio.

–Quería una herramienta, poder hacer un negocio, ellos se rendían y yo liberaba al rehén, pero con lo tan poco que les importas, dudo que si quiera nos volteen a ver.

Las Crónicas De Narnia: 𝔼𝕝 ℍ𝕒𝕕𝕒 𝔾𝕦𝕖𝕣𝕣𝕖𝕣𝕒 [Edmund Pevensie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora