III. - ⚔️

552 34 3
                                    

–Que quietos están– dijo Lucy mirando la inmovilidad del bosque.

–Son árboles, ¿que esperabas?– respondió cortante Trumpkin.

–Solían danzar.

–Poco después de que se fuera– contó, señalando a Adeena con la cabeza –los telmarinos nos invadieron, los sobrevivientes se ocultaron en el bosque, y los árboles... se sumieron en un sueño profundo del que no han vuelto a despertar.

–No entiendo– habló la menor confundida –¿Aslan dejó que esto pasara?

–¿Aslan? Nos abandono al mismo tiempo que ustedes cuatro– replicó con rencor el hombre.

Todos voltearon a ver a Adeena para confirmarlo, la pelinegra solo miró hacia el agua y asintió con la cabeza. Edmund paso un bazo sobre la cintura de la chica y la atrajo hacia él, la chica solo le respondió con una sonrisa torcida.

–No quisimos abandonarlos– respondio Peter apenado.

–Pero eso no cambia las cosas, ¿o si?

–Llevamos con los narnianos, eso sí.

–¿Sabes que les paso a los miembros de la orden?– preguntó la pelinegra al enano.

El enano suspiro -Los telmarinos empezaron un ataque en Narnia y en Cair Paravel al mismo tiempo, los miembros sacaron a la gente que había en el castillo y los guardias que había en el pueblo evacuaron a todos los habitantes posibles. Todos los miembros de la orden se quedaron a pelear, ninguno sobrevivió.

Adeena asintió con la cabeza para agradecerle a Trumpkin y regresó su vista al lago.

Aunque aparentaba estar tranquila, Edmund pudo notar que la mandíbula de la chica se tensaba, en señal de que apretaba los dientes; eso era algo que siempre le sucedía cada vez que intentaba ocultar sus ataques.

Edmund rebusco en uno de sus bolsillos y sacó un pequeño frasco –Oye... – llamó a su novia en un susurro, mientras destapaba el frasquito que contenía esencia de lavanda.

La chica le agradeció cuando su novio dejó unas gotas en sus manos.

El chico observó como Adeena frotaba la esencia por su cuello y manos. Al terminar, la pelinegra tomó la mano de Edmund y comenzó a hacer figuras sin sentido en la palma de este. Edmund dejó un beso en la frente de su novia y se dedico a acariciar el cabello de Adeena con su mano libre.

Después de bastante rato, por fin llegaron a tierra y todos bajaron de la canoa.

–Hola ¿que tal?– escucharon a Lucy hablar, giraron para ver qué sucedía y vieron que la menor dirijia sus palabras a un oso -Descuida, somos amigos.

–¡No se mueva, majestad!– advirtió Trumpkin

Lucy volteó a verlo confundida, regresó su vista al oso y se dio cuenta que éste se dirigía a ella con gran velocidad.

Adeena había dejado sus armas en la canoa. Pero eso no fue impedimento para transformarse, y volar hacia Lucy para poder alejarla lo más posible del oso.

Llegó hasta Lucy y la cargó, para después elevarse. Pero no lograron despegarse mucho del suelo cuando Adeena sintió un desgarre en la escauplar de su ala izquierda, la chica gritó de dolor cayendo al suelo junto con la menor. Adeena levantó la vista y se dio cuenta que el oso se encontraba a pocos metros de ellas.

–¡Dispara, Susan! ¡Dispara!– grito Edmund desesperado.

La pelinegra se colocó arriba de Lucy y la cubrió lo más posible con su cuerpo. La menor gritó cuando el oso estaba a nada de atacarlas, sin embargo, su grito cesó cuando el animal finalmente fue asesinado con una flecha.

Las Crónicas De Narnia: 𝔼𝕝 ℍ𝕒𝕕𝕒 𝔾𝕦𝕖𝕣𝕣𝕖𝕣𝕒 [Edmund Pevensie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora