IV⚔️

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Todos iban de regreso a la fortaleza donde Caspian les informo se estaban resguardando. Adeena tenía su mano izquierda entrelazada con la de Edmund, mientras que con la otra sostenía una hoja de centella asiática sobre su herida.

–Y bien, ¿cómo son?– escuchó a Buscatrufas.

–Impertinentes, quejumbrosos, tercos cómo mulas en la mañana.– respondió Trumpkin.

–Ah, entonces te caen bien.– entendió Nikabrik.

–Un poco.

Adeena rio, y Edmund la miró con el ceño fruncido, ya que él no había escuchado la conversación. Adeena estaba a punto de explicarle, pero un grito la interrumpió.

–¡Caspian!– escuchó una voz femenina.

–Calinda.

La chica de cabello oscuro se lanzó a los brazos de Caspian y lo estrujo con fuerza.

–Me dijeron que te atacaron, ¿Estás bien?–le pregunto examinándole la cara y brazos.

–Tranquila, Cali. Estoy bien.

La chica miró alrededor, y notó cinco caras que reconocía de sus viejos libros de historia.

–¿Ellos son...?– cuestionó estupefacta.

–Los reyes y reinas de antaño– le confirmo Caspian.

La chica arregló las arrugas de su vestido e hizo una reverencia a Peter y Susan, ya que eran los que estaban más cerca de ella.

–Es un honor conocerlos, soy la princesa Calinda.– dijo nerviosa –He leído y escuchado mucho sobre ustedes.

Lucy, Edmund y Adeena se acercaron, y Calinda volvió a hacer una reverencia, pero al levantar la mirada dejó su vista fija en la pareja.

–E-Encantada de conocerlos.

Regresaron el saludo, y de nuevo se pusieron en marcha al refugio. La pelinegra miro al pequeño grupo que acompañaba a Calinda, busco con la mirada a alguna otra hada, ya que hasta el momento no había notado a ninguna, ni siquiera algún pequeño mencionar de ellas.

–Disculpa– le preguntó a un fauno –¿Hay más hadas oscuras en el campamento?

–Hay únicamente dos: un varón y una chica.

–¿Solo dos? ¿No hay más?– Adeena supuso que habían regresado al lugar donde se habían escondido anteriormente de la bruja blanca

–Por lo que sé,– habló incomodo el fauno –los telmarinos ponían más esmero en la caza de hadas oscuras que de otros narnianos. Algunas se quedaron a pelear, pero la mayoría se fueron de nuevo a su escondite en medio del gran océano, pero...

–¿Pero?

–Los telmarinos hicieron embarcaciones, lograron encontrar su refugio y... masacraron a la mayoría, se dice que trajeron a algunas otras para hacer trabajos forzados, pero realmente no se sabe si eso fue cierto o no.

Escalofríos y mareos atacaron a Adeena con cada una de las palabras del fauno. La pelinegra le agradeció y regreso a caminar con Edmund, ella mantenía una expresión relajada, pero por dentro la impotencia y unas inmensas ganas de llorar la atacaban.

Edmund paso un brazo por los hombros de Adeena y la atrajo a él lo más posible, la chica dejo caer su cabeza en el hombro de su novio. –¿Todo bien?– preguntó el chico en voz baja.

–Luego te cuento– le respondió soltando un suspiro.

Para colmo, durante el camino Adeena se dio cuenta que Calinda volteaba en repetidas ocasiones a ver a Edmund.

Las Crónicas De Narnia: 𝔼𝕝 ℍ𝕒𝕕𝕒 𝔾𝕦𝕖𝕣𝕣𝕖𝕣𝕒 [Edmund Pevensie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora