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Adeena.

Por fin era el día de irnos, no podía soportar otro día más en esas islas.

El verdugo fue sentenciado a tres docenas¹ y pena de muerte dos días después de haberle llevado las pertenencias a Edmund.

En total habían sido siete chicas asesinadas, al principio solo averiguaron sobre cuatro gracias a las familias. Las otras tres fueron complicadas de averiguar, solo pudimos verificar que existían gracias a los registros de salud del sanatorio, por lo que averiguamos, eran chicas desamparadas que no tenían a nadie, de no ser por mis sueños, jamás hubieran sabido de su existencia.

Por ley, la monarquía debía estar presente en el castigo y la ejecución, sin embargo Lucy no quiso entrar, gesto que agradecí, no la quería cerca de aquel ser.

Los demás me demostraron su apoyo cuando todo comenzó. Mentiría si dijera que no disfruté su sufrimiento al ser azotado y escucharlo pedir piedad. Al terminar pasamos a la horca, donde acabaría todo.

Él me vio cuando le pusieron la soga alrededor del cuello, una pequeña sonrisa se asomó por mis comisuras al ver la cólera y súplica en sus orbes. Después de eso, terminó todo, por fin dejó de respirar.

Ahora nos embarcaríamos al este, que era hacia donde se habían ido los lores, esto por ir tras un mal que perturbaba a la población: En el mar, asechaba una magia manifestada en forma de bruma que hacia desaparecer a los ciudadanos. Los traficantes de esclavos daban como sacrificio a la <<mercancía>> que no lograban vender, pero ni siquiera ellos mismos sabían en donde terminaban esas pobres personas.

—¡Majestad! —Lord Bern venía deprisa hacia nosotros, cargando algo en sus manos, pude diferenciar que era una espada cubierta de maleza—Esta me fue confiada por su padre. La deje escondida en una cueva todos estos años.

—Es una antigua espada Narniana —mencionó Edmund.

—Es de su era dorada. Son siete espadas, obsequios dados por el mismo Aslan para proteger Narnia. Su padre las dejó a nuestro cuidado, ahora es suya.

—Gracias mi lord —Caspian tomó la espada—. Encontraremos a los ciudadanos —giró hacia su hermana para despedirse. Calinda había sido nombrada duquesa de las islas, así que ella y Lord Bern se quedarían para ver que el lugar estuviera en orden.

—Vuelve pronto, hermano.

Antes de subir a los botes, Caspian le entregó la espada a Edmund para que la conservara, me enternecí al ver brillar los ojos de mi novio.

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No despegaba mis ojos de las fotos de mi guardapelo. Me ponía mal pensar en sí estaban vivos o no, dónde estaban, si estaban a salvo.

En las islas hubo noticias de los lores, pero no de mi familia, preguntamos desde el niño más pequeño hasta el más anciano de los ciudadanos si alguna vez los habían visto, pero no obtuvimos nada.

Trataba de no perder la esperanza, pero tampoco tenía muchas expectativas, ya eran años desde saber su último paradero. Pero no creía que fuera una casualidad que el descubrimiento se coordinará con la visita en Narnia, donde justamente nos necesitaban para buscar a personas desaparecidas.

Tal vez ellos habían llegado aquí de alguna forma…

—Aún no puedo creerlo, ¿cómo el profesor fue capaz de ocultar algo así? —Lucy seguía consternada, al igual que Edmund —Vio como todos lloraron por ellos, como tu estuviste en ese tiempo, no tiene sentido que lo haya ocultado.

—Eso explica porque se ausentó tantas veces después del funeral.

—¿Alguien más lo sabía? —cuestionó Edmund— ¿La señorita Polly?, ¿o los que eran amigos de tu padre, Sánchez y Laura?

Las Crónicas De Narnia: 𝔼𝕝 ℍ𝕒𝕕𝕒 𝔾𝕦𝕖𝕣𝕣𝕖𝕣𝕒 [Edmund Pevensie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora