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OMNISCIENTE.

La tormenta por fin había parado, aunque eso ahora dejaba al viajero del alba con numerosos daños y pérdidas qué afectarían el resto del viaje.

El lado positivo, era el avistamiento de tierra. A la mayoría no les parecía prometedora, pero no podían darse el lujo de no explorarla.

—Dudo que encontremos algo aquí, mi señor —comentó Reepicheep—. En la isla no hay señal de vida.

—¡Claro! Una vez en tierra, tú y tus hombres busquen comida y agua —respondió Caspian desde la otra canoa—. Nosotros cuatro buscaremos pistas.

—Te refieres a los cinco, ¿no? —los reyes y reinas miraron con fastidio a Eustace—. No me vayan a enviar otra vez con la rata.

—Te escuche, niño.

—Orejotas —murmuró el rubio.

—¡También escuche eso!

Llegaron a la costa en pocos minutos. Reyes y reinas fueron a explorar el territorio, mientras que el resto de la tropa buscaría suministros (tarea complicada, ya que la isla era volcánica).

—¡Miren! No somos los primeros en llegar —Caspian señaló a una cuerda que descendia hacia una abertura en la tierra.

—¿Los nobles? —preguntó Edmund.

—Tal vez —el mayor tomó una piedra y la arrojó al interior del descenso, tardando unos segundos en tocar fondo—. ¿Qué habrá allá abajo?

—Hay que averiguarlo.

Edmund fue el primero en bajar, seguido de Adeena, Lucy y Caspian. La cueva tenía una extensión relativamente pequeña, no habrían tardado más que unos minutos en explorarla por completo, el interior estaba acompañado de un manantial, de donde provenía el resplandor de una luz brillante.

—¿Qué es eso?

—No lo sé —respondió Ed—, pero desde aquí parece una estatua.

Edmund arrancó un pedazo de rama de la pared y regresó a la orilla del manantial para sumergirla. No obstante, la rama se volvió dorada y muy pesada en solo unos segundos, soltándola antes de caer.

Todos se miraron entre sí, cayendo en cuenta que lo que había en el agua no era una simple estatua.

—Ed, aléjate de la orilla —pidió Adeena, tomándole la mano para jalarlo con suavidad.

—Debió caer al agua —dedujo Caspian.

—Pobre hombre —dijo Lucy.

—Más bien "pobre lord" —corrigió el hada al notar el escudo a poca distancia del cuerpo.

—El escudo de lord Restimar —identificó Caspian con pesar.

—¡Miren, esa es su espada!

—La necesitamos.

Edmund desenfundó su espada para sacar la otra, Caspian lo tomó de la mano libre para que el chico pudiese inclinarse un poco más, mientras que Adeena le cuidó el otro costado.

—Mucho cuidado —murmuró Lucy. Se extraño al ver que ambas armas seguían en su color plateado—. Las espadas no se convirtieron en oro

—Ambas son brindadas por Aslan, son mágicas.

Edmund le dio la espada a Caspian. Adeena no estaba muy concentrada en eso, miraba a su alrededor con detenimiento, buscando alguna otra estatua, un rastro, una señal, o lo que fuera.

—Esta cueva no da mucho para buscar —dijo frustrada—. No es grande.

—Y eso puede ser una ventaja —respondió Lucy—, menos terreno significa que lo podemos explorar con más detenimiento .

Las Crónicas De Narnia: 𝔼𝕝 ℍ𝕒𝕕𝕒 𝔾𝕦𝕖𝕣𝕣𝕖𝕣𝕒 [Edmund Pevensie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora