VIII⚔️

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Adeena había perdido todo el sentido del tiempo, lo único de lo que estaba segura era que la mantendrían viva el mayor tiempo posible.

Después de perder sus alas, se sintió furiosa, pronto la furia se convirtió en venganza, y la venganza impulsó su sentido de supervivencia. Escaparía a la más mínima oportunidad, e intentaría matar a algunos telmarinos, pero sabía que si quería vencer, debía regresar con los narnianos.

Pensaba e ideaba todo tipo de planes, pero cada uno era más improbable que el otro, sólo un milagro la ayudaría a escapar.

Y como si la vida por fin escuchara sus plegarias, ese milagro ocurrió:

Mientras trataba elevar la pierna para evitar desangrarse más, se dio cuenta que la cadena estaba mal puesta, la cerradura no estaba sellada.

Era ahora o nunca. Se desató, y arrojó las cadenas a un lado, pero al chocar con el suelo, algo rebotó en el aire, y no dio crédito al ver lo que era ¿cómo había llegado ahí?

–¿Maggie?– preguntó a su daga, como si ésta pudiera responderle.

No sabía si era por magia, un milagro, o fantasmas, pero el arma que los mismos telmarinos le quitaron, ahora estaba justo frente a ella.

Tomó la daga, y se arrastró lo más rápido que pudo hasta llegar a la cerradura, enterró su arma, y comenzó a sacudirla. Después de unos segundos, el cerrojo cedió y la puerta se abrió.

Adeena sin creerlo aún, no perdió tiempo y se apoyó en la pierna menos lastimada, para hecharse a correr lo más veloz que podía.

Gateó escaleras arriba, y giró por uno de los pasillos, pero se detuvo al escuchar pasos acercarse. La adrenalina y el enojo comenzaban a apoderarse de su cuerpo, así que en lugar de esconderse, decidió acabar con aquel guardia, y aún en su deplorable estado, fue capaz de embestir al telmarino, estampandolo contra el suelo.

Adeena.

Estaba a centímetros de enterrarle la daga, sólo sería una puñalada limpia en la cabeza.

–¡Hay más hadas, hay más hadas! – el hombre habló con rapidez, alterado.

–¿Qué dijiste?– pregunté recargando la daga en su mejilla, sin llegar a perforarle la piel.

–Hay más, están atrapados. Tienes que llevártelos, ellos no son tan resistentes como tú.

–¿Por qué he de creerte? Tú y tú asquerosa gente no han hecho más que torturarme, asquerosos usurpadores.

Una sonrisa perversa se me formó en el rostro, hundí mi daga con lentitud, y mi cabeza comenzaba a reproducir cientos de formas en las cuales podría divertirme con el telmarino.

Cortando, enterrando, pero sin llegar a matarlo.

–Tú cerradura estaba floja, y tú arma estaba ahí. Fui yo, no me agradan los narnianos, pero no estoy de acuerdo en que merezcan ser corrompidos de esa manera.

–¿Y si decido no creerte? Puedo hacer que tu muerte sea un martirio, no necesito quedarme más tiempo, solo bastaría con ciertos cortes que haga.

–No puedes dejarlos atrás, te lo suplico, puedes matarme si quieres, pero te suplico que vayas por ellos.

El hombre destilaba tanta  desaparición, que mi sonrisa se desvaneció, y la duda se plantó en mi cabeza

Aunque logrará escapar, no estaría tranquila al saber que existía una pequeña probabilidad de que otras hadas estuvieran atrapadas, sufriendo el mismo infierno al que me sometieron.

Las Crónicas De Narnia: 𝔼𝕝 ℍ𝕒𝕕𝕒 𝔾𝕦𝕖𝕣𝕣𝕖𝕣𝕒 [Edmund Pevensie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora