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Luego de calmarse, Adeena no desaprovechó la oportunidad y obligó a Eustace a sobrevolar toda la isla para ser más rápidos al momento de buscar pistas de su familia. Y como había sido en todo el viaje, no dieron con nada.

La tripulación se retiró al atardecer, solo se quedaron algunos cuantos discutiendo la situación de Eustace.

—Debió ser tentado por el tesoro —comentó Edmund.

—Todo el mundo sabe que el tesoro de un dragón está encantado —dijo Caspian, Eustace contestó con un resoplido y entrecerrando los ojos—. Bueno, los que viven en Narnia.

Lucy se acercó al dragón para quitarle el brazalete de oro, con el cambio de tamaño hizo que le quedara muy pequeño, lastimándole.

—¿Hay algún modo de transformarlo? —preguntó Edmund cuando Lucy ya tenía el brazalete en sus manos.

—No que yo lo sepa.

Adeena negó cuando todos la miraron. El dragón gruñó bajo y miró a los demás. Nadie lo sabía.

—La tía Alberta se va a poner furiosa.

Eustace gruñó bajo y miró al suelo, su madre era un tanto desagradable al regañarlo, además que la idea de seguir siendo un dragón en casa le causaba vértigo.

—Perdón por atacarte muchacho, a veces la emoción me gana —dijo Reepicheep, retraído.

—¡Los botes están listos, señor!

—No lo dejaremos solo —decretó Lucy.

—Pero tampoco puede abordar, Majestad.

—Drinian, tú y los demás regresen. Nosotros nos quedaremos hasta la mañana y... pensaremos qué hacer.

—Pero no tienen provisiones, ni modo alguno de calentarse, Majestad —trató de convencerlo Rhince.

Eustace entró en pánico por unos segundos, no quería estar solo y menos en el estado que se encontraba, el tener a sus primos, Caspian e incluso a Adeena con él le hacía sentir mejor.

Sopló a una vara de madera para iniciar una fogata, con eso los mantendría calientes.

La noche no tardó en caer y todos montaron un campamento improvisado alrededor de la fogata. Adeena trataba de conciliar el sueño luego de tan largo día, tenía esperanza de tener el mismo sueño pacífico que la noche anterior y no las pesadillas de las últimas semanas.

—Extraño a mi mami —escuchó la voz de Gael a distancia. Ella y su padre habían decidido pasar la noche en la isla.

—Y yo a la mía —esa era Lucy—. Pronto estarás con ella, descuida.

—¿Cómo lo sabes?

—Tienes que tener fé a veces, Gael. Aslan nos va a ayudar.

La pelinegra contuvo sus palabras para no empezar una discusión en plena noche, pero deseos de hablar no le faltaban.

"¿Fé? ¿Aslan nos ayudará? Es fácil decirlo cuando eres la niña dorada a la que por suerte nunca le ha ocurrido nada".

—Pero Aslan no evitó que se la llevaran.

"Opino lo mismo".

—Volverá. Lo prometo.

"Y duro y dale. A veces el silencio es mejor consuelo que todo ese parlamento vacío y cruel".

Se giró para tratar de ignorar aquella charla, optó por recostarse sobre el pecho de Edmund y colocar la mano sobre su corazón, sentir los latidos de su novio le brindaba paz.

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⏰ Última actualización: Sep 30 ⏰

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Las Crónicas De Narnia: 𝔼𝕝 ℍ𝕒𝕕𝕒 𝔾𝕦𝕖𝕣𝕣𝕖𝕣𝕒 [Edmund Pevensie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora