XI⚔️

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–¡CUIDADO!– advirtió Edmund casi al mismo tiempo que yo, Peter se giró a tiempo, y logró esquivar y desarmar a Miraz, clavandole su propia espada en la axila.

El sumó monarca desenterro el arma, y el usurpador cayó de rodillas, la imagen era todo un deleite.

Pero el rubio se quedó inmóvil, con la espada en alto.

–¿Qué te pasa, muchacho? ¿No te atreves a quitar una vida?

"Si supieras".

Antes de responderle, Peter vio a los guardias que me rodeaban.

–Dejenla ir.

Yo me puse de pie, y los hombres me vieron perplejos al ver que estaba desatada. Sin darles la espalda, caminé hasta el centro de pelea donde Edmund ya me esperaba, tomó mi mano, y nos colocamos entre las columnas, enseguida me entregó mis armas, y me puso detrás de él.

–Yo no voy a hacerlo.

Peter entregó la espada a Caspian, y el rubio regresó con nosotros, lo abracé con cuidado, aliviada de que estuviera vivo.

–Sufrí treinta infartos durante toda la pelea.– le reclamé cuando nos separamos.

Regresamos nuestra vista a Caspian, quien sostenía la espada en alto para por fin terminar con esto.

–Me equivoqué contigo, puede que seas un buen rey telmarino después de todo– dijo Miraz, para después agachar la cabeza.

Caspian gritó, y llevó la espada hacia abajo, solo que no la enterró en Miraz, sino en un pedazo de tierra.

"Denme la espada a mí, y con gusto le rebano la maldita cabeza".

–No morirás,– exclamó –pero devolveré el reino a los buenos narnianos.

Caspian volvió hacia donde estábamos, y gritos de regocijo sonaron detrás de nosotros, Edmund me abrazó con fuerza mientras plantaba un beso en mi frente, nos tomamos la mano para regresar con los narnianos, habíamos ganado.

O eso creíamos.

–Ya terminó– escuché.

Todo pasó en cámara lenta: giré justo a tiempo para ver a uno de los hombres de Miraz enterrarle algo en la espada, era una de las flechas de Susan. Miraz cayó al piso como un costal de papas, el resto de los chicos también voltearon a ver, y fue cuando el telmarino gritó.

–¡TRAICIÓN! ¡LO ASESINARON! ¡MATARON A NUESTRO REY!

–¡Prepárense!– les grito Peter a los arqueros.

Empuñe mi espada en una mano, y mi hacha en la otra, era hora de poner el plan en marcha.

Narrador Omnicente.

Corrieron a sus posiciones, y Adeena quedó en el franco derecho del rubio, el cual comenzó a contar.

–¡TODOS LISTOS!– gritó al llegar al número diez.

Al instante, parte del suelo se desplomó, haciendo caer y retroceder al enemigo. Y una ola de flechas impregnadas en veneno cayeron del cielo.

Que no les toque la piel o se activarán las neurotoxinas.

Adeena arrojó al suelo la bosla con frutos y hojas, de pura suerte no quedaron hechos papilla, ya que la pelinegra los había lanzado desde la copa del árbol donde estaba trepada, fácilmente podían ser unos veinticinco metros de altura.

–¿Cómo rayos subió?– preguntó Caspian –Si el tronco es largo y liso.

–Una que tiene maña– respondió la chica desde lo alto –Tomen guantes y reposen las puntas de sus flechas, bastará con que las entierren en la fruta o las dejen debajo de las hojas.

Las Crónicas De Narnia: 𝔼𝕝 ℍ𝕒𝕕𝕒 𝔾𝕦𝕖𝕣𝕣𝕖𝕣𝕒 [Edmund Pevensie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora