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Entré por la ventana, me importaba una mierda si el abuelo seguía en casa. Necesitaba recoger mis cosas.

Abrí mi armario y comencé a sacar mi ropa, no le tuve cuidado, solo quería tomar todo e irme. Sentía que el mundo se me estaba cayendo a pedazos

Quise llamar a tía Polly cuando salí hace unas horas de mi casa, desde niña ella había sido una guía para mi y ese vínculo solo se fortaleció en los últimos años. Pero fue esa misma razón por la que al final no la contacté, me rompería el corazón si ella también había sido cómplice de la mentira.

Cambié mis zapatillas por unas botas de deporte y fui hacia mi escritorio para tomar el mapa geográfico que tenia. Me detuve al ver mi bolígrafo y libreta.

"Debes dejar una nota. Sino es por tu abuelo, hazlo por tu tía, por los Pevensie, por Edmund."

"A la mierda con Edmund".

Mi sangre hirvió ante el recuerdo.

Había optado por ir a verlo y contarle todo, pero cuando cruzaba el centro de la ciudad, lo vi a lo lejos saliendo del edificio de reclutamiento, me acerque lo suficiente para escuchar como Lucy le preguntuba "¿Creíste que la tercera sería la vencida?".

Me largué de ahí antes de que me vieran, no podía creerlo. No de él.

Tres veces, por lo menos tres veces ya había intentado irse a una maldita misión suicida, y ni siquiera se había dignado a hablar conmigo.

Pensaba en irse. Planeaba largarse sin decirme nada, en desaparecer y dejarme aquí. Justo como ya lo ha hecho antes.

No quería volver a tocar el tema del compromiso y todo lo nuestro cuando fuimos adultos, ese ya era un tema resuelto y parte del pasado. Pero no podía evitarlo, era casi como vivirlo todo de nuevo.

Mi estómago no lo soportó más y tuve que correr al baño. Llegué al excusado solo para tener arcadas, ya que no tenía nada en el estómago para vomitar.

Regresé a mi cama y cerré la maleta. Arranqué una hoja para dejar una única nota, muy tonta y nada extensa.

"Estaré bien.

Perdóname, tía Polly, te llamaré cuando pueda.

Peter, Lucy, cuídense mucho. Los quiero".

Ahorros, algunos productos de higiene y el reloj de mi padre fue lo último que tomé antes de salir por la ventana.

Procuré alejarme de la casa antes de pensar hacia dónde ir. No fue difícil, ahora que vivíamos en un nuevo asentamiento, me era más fácil escabullirme.

—Veamos. —saqué el mapa, me sería útil ya que mostraba todo Europa.

Bueno, solo me serviría cuando lograra salir del país.

Primero debía llegar a la estación, de ahí ya vería hacia donde debía ir. Acorté camino por algunos puentes y callejones, casi no levantaba la vista, tenía los ojos pegados al mapa, así que me vi obligada a parar cuando sentí los pies mojados.

—¿Qué mierda? —me encontraba en la orilla de un río, sin ciudad alrededor, solo árboles.

—¿Adeena?

Maldita sea, lo único que faltaba.

—Oh. Hola, Calinda.

Las Crónicas De Narnia: 𝔼𝕝 ℍ𝕒𝕕𝕒 𝔾𝕦𝕖𝕣𝕣𝕖𝕣𝕒 [Edmund Pevensie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora