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La noche llegó y la reina tenía reunidos a cientos de súbditos. Mientras, Edmund había sido amarrado a un árbol y su boca fue cubierta para que no hiciera ruido alguno.

Yo aún no había podido sacarlo, pero no tardaría mucho, ya era de noche y eso me daba una ventaja.

Estaba escondida en unos arbustos tratando de no vomitar ¿la razón? Había hecho lo peor.

Poco después de que los súbditos de la reina llegaran, me di cuenta de que los lobos podían percibir mi olor, busqué con que podría cubrir mi esencia pero no encontraba nada.

Hasta que descubrí mi única opción: un hoyo en donde todas la criaturas hacían sus... Necesidades.

Asomé mi cabeza y casi vómito por el olor. No tenía de otra, así que aguanté la respiración y entre en el asqueroso hoyo.

Estuve a nada de vomitar pero tuve que resistir, ya que por ningún motivo debía hacer ruido.

–¿Está incomodo nuestro querido príncipe?– le preguntó sarcástico un enano–¿Quiere que le acomode la almohada? Tratamiento especial, para el muchacho especial ¿no es eso lo que querías?– terminó de decir y el enano se alejó.

Edmund respiraba agitado y tenía una mirada que reflejaba temor.

Tenía que actuar ya.

Me levanté y en silencio camine hasta la pequeña pila de hojas y ramas secas que había apilado en una zona un poco alejada.

Lucy había mencionado que los árboles escuchan, así que me asegure de tomar hojas y ramas que estaban en el suelo, no arranqué ninguna de un árbol, lo ultimo que me faltaba era iniciar una guerra con ellos.

Tome una pequeña roca y encima de esta puse un pequeño pedazo de tela que arranqué de mi blusa, tomé mi daga y comencé a golpearla contra la piedra.

"Consejos y anécdotas de papá, más vale que funcionen".

Seguí golpeandola unos minutos más y finalmente ví que una pequeña llama se formaba en el trozo de tela, con cuidado la envolvi en pasto seco y le sople muy poco para que el fuego más fuerza.

Lo deje encima de la pila de hojas y ramas, y este comenzó a hacerse más grande.

–Lo hago para salvar al tonto, no quiero lastimarlos, si alguien sale herido pueden golpearme con sus ramas hasta que pierda la consiencia– susurre a los árboles que me rodeaban y rápidamente me fui, pues el fuego poco a poco tomaba más fuerza.

Corrí lo más silencioso que pude hacía el campamento y me escondí detrás de un árbol. Encendí el fuego en un lugar apartado para hacerlos demorar, pero esto también provocaba que tardarán más en darse cuenta del incendio.

No se cuanto tiempo pasó, pero las llamas fueron visibles desde el campamento y los súbditos fueron a averiguar que sucedía.

Salí de mi escondite y fui hacía Edmund para llevármelo, pero detuve mi andar cuando ví al mismo enano de hace un rato, la criatura tenía un cuchillo sobre el cuello de Ed.

Reaccione y rápidamente me acerqué, el enano al verme intentó atacarme, pero antes de que hiciera algo logre golpearlo en la cabeza con el mango del hacha, noqueándolo.

Me arrodillé frente a Edmund y con mi daga cortaba las sogas, él se removía creyendo que le iba hacer daño, claramente no me reconocía con las alas y toda la porquería encima de mí.

–Niño soy yo, quedate quieto– él lo hizo y me veía con el ceño fruncido.

Por ultimo corte la tela que tenía en la boca.

Las Crónicas De Narnia: 𝔼𝕝 ℍ𝕒𝕕𝕒 𝔾𝕦𝕖𝕣𝕣𝕖𝕣𝕒 [Edmund Pevensie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora