Capítulo 8. ¡Destinados!

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Isabel tocó la puerta con algo de nerviosismo, a la vez se escuchó la respuesta por parte de Maximiliano.

—Adelante.

—Señor Clements, los papeles.

—Sí Isabel, déjalos aquí –Maximiliano en ningún momento alzó la mirada, se mantenía concentrado en escribir unos apuntes, su voz volvió a sonar —Ya puedes retirarte.

—Sí ¿Algo más señor?

—Sí, por favor debes estar lista porque nos vamos en cinco minutos.

—Enterada.

Y como había dicho, a los cinco minutos salieron en el Rolls Royce, ambos se subieron en la parte trasera del automóvil, él estaba revisando los papeles muy concentrados, sus ojos verdes le transmitían una rara familiaridad a Isabel, ella no podía evitar mirarlo, él se dio cuenta y le preguntó —Solecito ¿Qué me miras?

Isabel quedó con duda de la forma como le había dicho, su mente empezó a divagar —¿Solecito? ¿Por qué razón me dice así? — Miró al hombre y dijo —Lo siento, qué vergüenza la mía señor Clements, solo estaba pensando que su mirada es algo familiar, solo eso.

—Ya veo, bueno lo mismo digo de la tuya, solo la he visto una vez en mi vida y jamás he dejado de olvidarla por ningún segundo, solo espero que llegue el momento y te acuerdes –en ese preciso momento, no sé qué le dio a Isabel, pero ella se acercó a él e inconscientemente puso sus pechos en su brazo, él le tomó de la barbilla, era como si ella misma estuviera drogada o embobada por esa mirada. La voz seductora de Maximiliano volvió a sonar —Querido solecito, estuve esperándote por muchos años y al fin nuestros caminos se han destinado a encontrarse.

Esa dulce frase dejó conmocionada a Isabel, Maximiliano quería tomar ese momento para besarla, pero ella reaccionó a tiempo y se alejó de él —Disculpe, pero esto no está bien, la verdad es que yo estoy en una relación y usted es mi jefe, te pido que tengamos respeto entre los dos por favor, disculpe señor Clements –le dijo ella suspirando, porque necesitaba saber ¿Por qué su mirada era familiar? —Max, quiero preguntarte algo, es que creo que tú y yo nos conocemos, tienes unos ojos familiares, la verdad me recuerdas mucho a mi papá –mientras decía eso, las lágrimas de ella salían sin aviso, se limpió rápidamente —Disculpa que me ponga así, pero extraño a mi padre.

—Mírame Isabel –le pidió él en un tono algo mandón, mientras él le secaba las lágrimas —Tranquila, no llores solecito y sí, tú y yo nos conocimos hace muchos años, cuando éramos pequeño, tú me ayudaste en un momento muy delicado de mí vida ¿Acaso no te recuerdas solecito?

Ella lo miró para detallar su rostro angelical y un recuerdo de cuando era niña le vino a la mente como una analepsis —Ya lo recuerdo, eres ese niño –lo miró para preguntarle —¿Por qué no me lo dijiste cuándo nos vimos de nuevo?

—No quería asustarte, así que decidí que tú te dieras cuenta sola, aunque un poco tarde pero ahora quiero hacer algo que estuve conteniendo desde que nos volvimos a ver, he estado buscándote durante muchos años Isabel y no puedo evitar hacer esto ahora mismo.

—¿Hacer qué?

Después de que ella preguntara, solo sintió como Maximiliano se aferraba a su cabeza por la parte de atrás, podía sentir como su beso la invadía, era un beso extraño, se sentía súper extraña al besarlo, ella se sentía extremadamente mal, porque sabía que no era lo correcto, pero por alguna razón se dejó pero todo acabaría cuando a su mente le vino unos encantadores ojos azules como el océano, ella lo apartó con fuerza —Lo siento Maximiliano, esto no puede volver a pasar, yo en realidad estoy con alguien y no quiero fallarle, le debo respeto a nuestra relación.

El Hombre del Dragón, un amor extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora