Capítulo 29. La verdad.

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Magnum miraba detallando cada parte del rostro de Isabel, pensando que había madurado mucho su aspecto en esos últimos cuatro años, él se perdía en sus pensamientos y ella empezaba a despertar lentamente, ya eran las seis y tres de la mañana cuando ella se despertó, para su gran impresión, lo primero que vieron sus ojos eran esos entrañables ojos azules, tan brillantes y hermosos, el hombre que ella jamás ha dejado de amar, estaba al frente con una sonrisa encantadora, media dormida todavía no creía lo que sus ojos veían, se los frotó lentamente pensando que estaba soñando, luego todas las imágenes de la tarde y la noche vinieron a su mente.

—¿Qué hice? –preguntó mirando algo preocupada el entorno y sobre todo ellos dos juntos, toda sorprendida alejó a Magnum de su cuerpo, se sobresaltó tanto que estuvo punto de caer de nalga de la cama.

En ese preciso segundo Magnum la agarró por la cintura —Tesoro mío, no te vayas a lastimar –dijo él en tono mimoso.

—Magn... Magnum... –tartamudeó su nombre de la impresión —¿Qué haces aquí? Digo ¿Qué hago yo aquí? ¿Dónde está Liseika? –después de la pregunta se recordó de Dylan y los niños —No, mi teléfono ¿Dónde está?

—Tranquila, no debes preocuparte, le he avisado a tú amiga Liseika que tenías que irte, además también le avisé a Dylan que estarías con ella.

—¿Qué? –gritó ella de la sorpresa de escuchar a Magnum decirle eso? —¿Dylan llamó? ¿Hablaste con él?

Magnum le dedicó una sonrisa, pero esa sonrisa no era algo amistosa, era todo lo contrario —No pequeña traviesa, solo le envié un mensaje, ahora tú y yo, mi querida cerdita debemos hablar de algo muy serio.

La mirada tierna de Magnum se transformó en una mirada de opresión, donde no era buena idea la de ella mentir o esquivar las siguiente preguntas, ella analizando todo suponía que Dylan debió mencionar a los niños.

—Magnum, yo...

—Shhh... –le colocó uno de sus dedos en sus suaves labios —Solo respóndeme con un sí, o un no –le dijo en una tonalidad de voz sería —Serán preguntas muy simples Isabel y por el bien de todos, espero no me mientas.

—Está bien –dijo resignada a todo.

—Pregunta número uno ¿Estás enamorada de Dylan Durian?

—No.

—Entiendo –disimuladamente Magnum celebraba mentalmente.

—Pregunta número dos ¿Son Amalia y Derek hijos de Dylan?

—Magnum por favor los niños no tienen que ser involucrados.

—Isabel, mi dulce esposa Isabel, no seas traviesa, más vale que seas obediente y me respondas con dos simples palabras.

—Sí –respondió ella, cosa que hizo enfurecer un poco a Magnum.

—Isabel ¿Estás segura? Dime ¿Estás cien por ciento segura de tú respuesta?

Era increíble como el cuerpo de Isabel temblaba al mirar a Magnum, ella no esperaba que él fuera tan rápido para enterarse de sus hijos, así que a su mente le vino un cúmulo de preguntas con sus respuestas —Pero, no tengo porque decirle la verdad, quizás solo sean puras duda de él, quizás, todavía no sabe la verdad de los niños –pensó ella sin darse cuenta de su error —Sí Magnum, son hijos de Dylan –dijo ella mirándolo con una mirada decidida.

—Ya veo, esa es tú última respuesta –con una sonrisa de oreja a oreja Magnum caminó hacia la mesita de noche, tomó un documento y se acercó a Isabel, en ese momento, Magnum le tiró el documento a Isabel, era un sobre de manila color amarillo.

El Hombre del Dragón, un amor extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora