Capítulo 23. ¡Hola! Señor guapo.

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La gran familia, Donovan Durian llegaron a su casa, todos agotados por un día largo y emocionante, en el automóvil, ambos niños se quedaron dormidos, Isabela y Dylan llevaban uno en cada brazo, Dylan llevaba a la pequeña Amalia en su brazo mientras que Isabel llevaba a Derek, el señor Donatello al ver esta escena tan hermosa se le aguaron los ojos, cosa que fue vista por su nieto Dylan.

—Abuelo ¿Por qué vas a llorar? ¿La vejez te tiene sentimental?

—Cállate nieto ingrato –dijo Donatello malhumorado.

—Dylan no molestes al abuelo –le dijo Isabel, mientras giraba la mirada suave al señor Donatello —Abuelo perdónalo, él todavía es muy infantil.

—Jajajaja que alegría, al fin una mujer que te va a enseñar a respetar a tú abuelo, gracias, querida Isabel.

—Venga Dylan subamos a los niños.

—Sí cariño, vamos.

Con eso, los dos estaban por subir las escaleras cuando el abuelo de Dylan le dijo —Nieto, cuando bajes, vienes al estudio que necesito hablar contigo antes de la fiesta.

—Entendido abuelo.

Dylan e Isabel dejaron a los niños cada uno en su cuarto, los dos a la vez salieron de los cuartos, se miraron y se sonrieron, Dylan le agarró la mano y la llevó a la habitación principal, entraron y él la pegó a la puerta mientras cerraba con seguro.

—Dylan ¿Qué haces?

—Hago lo que quería hacer en todo el día cariño, hoy estás hermosa, eres como un hada que me revolotea todo el día mi mente y no puedo resistir las ganas de hacerte mía.

—Mi amor tu abuelo está aquí, no podemos hacerlo ahora, me da vergüenza con él.

—Tranquila, él está en el estudio, ahora aprovechemos que nuestros niños están dormidos, ven aquí amorcito bello.

Sin ningún reparo él la besó con mucho deseo, mientras que ella colocaba sus manos alrededor de su cuello, él con una mano la agarraba por la cintura, con la otra le subía la pierna para tocarle el muslo y después el trasero de Isabel, estaban tan insaciables por tener sexo, que ella empezó a quitarle la camisa a Dylan para vislumbrar un pecho fuerte y poderoso, con una uve tan perfecta debajo del ombligo.

—Dylan –dijo mientras era besada pausadamente en el cuello, su voz tenía un toque de deseo —Paremos, esto no puede seguir –seguía quejándose de esas caricias que al final eran demasiado tortuosas para ella —¡Ay! –se quejó Isabel cuando Dylan le metía los dedos con movimientos redondos en su cavidad vaginal, y otro de su dedo jugaba con su clítoris, por la excitación Isabel gimió duro.

—Shhh... No grites que el abuelo nos escuchará –le dijo mientras le mordía el lóbulo de la oreja —Déjate llevar amor, sé que también lo deseas y mucho, mira como ya estás toda mojada.

Se acostaron en la cama para tener sexo fuerte y con un deseo que Dylan estaba reteniendo, a diferencia de Isabel que no sabía porque lo hacía, pero sabía que no era amor, solo sexo sin compromiso, tardaron una hora en tener relaciones sexuales por varias rondas, hasta que Isabel quedó cansada, él la agarró en sus brazos y la baño cuidadosamente, la colocó de nuevo en la cama, le puso una pijama de seda y la arropó pero ante de irse le dio un beso en los labios y pronunció unas palabras tiernas en su oído —Estoy aprendiendo amarte mi querida Isabel.

Después salió con un suéter color negro y un pantalón corto de color crema, con una enorme sonrisa de oreja a oreja, entró al estudio donde estaba su abuelo sentado en su silla, el entró y le dijo —Abuelo, ya estoy aquí.

—Nieto ¿No te podías aguantar hasta la noche? Hasta aquí se escucharon sus gemidos, maldición hombre idiota, aquí tienen a sus hijos.

—¿Qué dices abuelo? –Dylan se llenó de vergüenza con su abuelo, pero rápidamente le dijo —Acá abajo no se escucha nada, no seas mentiroso, además ¿No quieres más bisnietos?

El Hombre del Dragón, un amor extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora