Alejandro, David, Amelia y yo estábamos de pie en forma de medio círculo observando mi escritorio. En él reposaban diez tarjetas con los nombres de fundaciones con las que nos habíamos reunido a lo largo de las últimas semanas. Estábamos por clasificarlas en dos grupos: las que pasaban el proceso de preselección y las que se descartarían. Seis se iban, cuatro se quedaban. Mis empleados estaban esperando a que hiciéramos algún movimiento mientras que Alejandro estaba de lo más tranquilo tomándose su tiempo.
—¿Cuánto tardaremos aquí? —David rompió el silencio—. Mi jefe me va a matar si se hacen las once y no estoy allá.
Alejandro hizo un gesto con la mano indicándole que se relajara.
—De todas formas, se va en un mes.
—Espera, ¿qué? —preguntó asombrado.
—No debiste haber dicho eso —lo fusilé con la mirada.
Mi amigo me reclamó con la mirada; no podía decir nada delante de Amelia quien podría estar reportando todo a Katherine.
—Va a irse del país —le expliqué—. Nos pidió un poco de tiempo; quiere ser él quien lo anuncie —señalé mi escritorio para redirigir la plática a lo que nos concernía. Entonces di el primer paso moviendo las tarjetas a mi elección—. ¿Qué les parece?
Mi prometido observó por encima de mi hombro. Sin consultarme, hizo un par de cambios no sólo desordenando la secuencia que había hecho, sino también sacando una fundación para meter a Sinestesia.
—Mucho mejor.
Solté un suspiro exasperada.
—Ya sabes lo que pienso de Sinestesia.
—De verdad que estás empecinada en descartarla —se sentó en el borde del escritorio—. ¿Qué tienes en contra de ellas?
—¿Qué tienes tú a favor?
—Me cayeron bien —se encogió de hombros—. Además, fueron sinceras desde la primera reunión. El resto se dedicaron a adularnos y hablarnos maravillas sobre sus fundaciones.
—Eso ni siquiera es una razón. Tenemos que pensar en otras cosas.
—Si me permiten... —Amelia se inclinó y agarró la tarjeta—. Este movimiento es un tanto arriesgado; así como puede resultar muy bien, puede terminar siendo una mala decisión. Hice una investigación del pueblo donde están localizadas y descubrí que hay fuertes condiciones de pobreza. Sonará crudo, pero en una campaña de marketing, podemos sacarle bastante provecho.
—¿Cuáles son las desventajas? —le pregunté.
—Las adicciones son un tema polémico. Y los detractores podrían aprovecharse de que dos de las tres dirigentes tuvieron problemas de consumo; sin mencionar que son abiertamente gais. Parte de nuestro mercado tiene arraigado creencias conservadoras.
—¿De verdad crees que su orientación sexual es razón válida para descartarlas? —David le replicó desconcertado.
Alejandro y yo miramos a la chica.
—Hey, estoy aquí como la directora de Publicidad y Mercadeo, no como Amelia Valverde —se encogió de hombros.
—No creo que sea la gran cosa —dijo Alejandro—. Tengo varios amigos gais y nadie los anda discriminando.
—Gais y millonarios —repliqué—. Nadie les diría nada.
—¿Me puedes presentar alguno? —David le preguntó.
—Volviendo al tema... Creo que Amelia tiene un buen punto —le reconocí. Tomé asiento y me quedé viendo las tarjetas. Aquella habría sido una salida fácil, pero me sentía mal por aprovecharme de algo con lo que no estaba de acuerdo sólo para sacarlas de la competencia—. O al menos en parte —agarré el papel de Sinestesia y lo coloqué entre los preseleccionados.
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SERENDIPIA PARTE III: KATHELEEN
RomanceA veces el amor germina de formas misteriosas. Cuando la conocí, era una nómada incorregible que arrastraba consigo como único equipaje sus penas y pesares; algunos de ellos, con nombre propio. En mi bagaje emocional no había espacio para nada más...