Capítulo 14

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—Gracias por habernos acogido —David abrazó a María José con cariño mientras yo me despedía de Daniela manteniendo la formalidad. Amelia hizo lo mismo; estaba feliz de por fin marcharse.

—Fue un placer abrirles las puertas de nuestro hogar —dijo María José con una sonrisa—. Pueden regresar cuando deseen.

—Nos comunicaremos pronto, ¿no? —mi amigo me miró.

—Seguro —dije de dientes para afuera. David habría cambiado de opinión sobre la fundación, pero no tenía el panorama completo.

Tras encontrar el cultivo de marihuana, tenía más claro que nunca que Sinestesia no podía avanzar más en el proceso de selección. Lo que no sabía era con cuánta discreción actuar. Si decidía guardar silencio, tendría que ingeniármelas para hacer quedar mal a la fundación en el informe y justificar mi decisión ante la Junta Directiva. En cambio, si contaba la verdad, la información llegaría a manos del Ministerio. Mi ética se vería comprometida con cualquiera de las dos opciones; en la primera, al permitir que continuaran utilizando cannabis para tratar adicciones; y en la segunda, al acabar con una fundación que, por más que me costara reconocerlo, de verdad estaba haciendo un impacto positivo en personas a las que la sociedad siempre les daba la espalda.

Marianne era la única persona que conocía la posición en la que estaba. Las dos estábamos metidas hasta el fondo en un gran conflicto de intereses. Los suyos estaban del lado de la fundación y los míos en contra, pero después de aquel fin de semana, las cosas se complicaron para ambas. La diferencia era que la decisión estaba en mis manos.

—Gracias por todo —Amelia forzó una sonrisa.

Llegó el momento de despedirme de Marianne. Le eché un último vistazo de arriba abajo entretanto me acercaba para darle los mismos besos de mejilla que les había dado a sus compañeras.

—Tenemos que hablar... —murmuró tras el primero— sobre el granero —aclaró en el segundo. Para mi alivio, no quería hablar sobre otras cosas—. Si me permites, hay algunas cosas que quiero explicarte. Puedo enviarte varios artículos al respecto.

—Está bien —accedí—. Llámame cuando puedas.

Esbozó una suave sonrisa de agradecimiento.

—Qué tengan buen viaje —dijo en voz alta para todos.

Les dimos la espalda y nos alejamos caminamos hacia el puesto de seguridad. Había una fila de al menos quince personas; tuvimos que esperar a que pesaran sus maletas una por una. En mi mente culpaba a mi asistente por no comprarnos asientos de primera clase; igual que por no haber hecho reservaciones en un hotel de la ciudad o, cuando menos, avisarme con tiempo que el "las chicas de la fundación se van a encargar" en realidad significaba que dormiríamos con ellas. Al cabo de cuarenta minutos, pasamos a la sala de espera y tomamos asiento. Aproveché para comprarme un café expreso. Al regresar a mi puesto, noté que David se encontraba solo.

—Amelia fue al baño —me avisó enseguida.

—Vale —le di un sorbo a mi café e intenté actuar con normalidad, pero no podía dejar de sentir que David me miraba de reojo—. ¿Hay algo que quieras decir?

Estaba actuando de forma extraña desde la mañana; era obvio que tenía sospechas. Quizá se despertó en la madrugada y no me vio en la cama. O quizá se dio cuenta de cuando me escabullí de regreso a la habitación en horas de la mañana. O quizá notó algunas de las tantas indirectas y miradas que nos lanzamos Marianne y yo. Sea cual sea el caso, lo mejor era descubrir qué tanto sabía y si pensaba que Amelia podía sospechar algo. Decidí confiar en David porque era mi amigo, pero no tenía ningunas garantías sobre mi otra empleada.

SERENDIPIA PARTE III: KATHELEENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora