Capítulo 47

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—¿Te sientes lista para salir? —me preguntó con una mano en la manija y la otra mano sujetándome.

Asentí convenciéndome a mí misma de que podía hacerlo.

—Vamos —solté sin más.

Katheleen abrió la puerta. El resplandor del mediodía me cegó por unos milisegundos. Cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, pude examinar el exterior. A cuatro cabañas de la nuestra, había una pareja conversando: uno de ellos, asombrado, estaba mostrándole algo en su celular al otro. Desde donde estábamos no alcanzábamos a escuchar nada. Volví a observar a Katheleen; ella con un gesto en la cabeza me indicó que siguiéramos caminando.

Atravesamos el largo pasillo. Con cada paso que daba, mi corazón se aceleraba. Dentro de escasos minutos, sabría si el plan funcionó o fracasó. De esas dos posibilidades se desembocaban tantas vertientes sobre mi futuro, pero tan pronto como supiera la verdad, mi destino se sellaría en una sola dirección. Algo así me podía cambiar la vida en un solo segundo. Observé la figura de Katheleen caminando adelante y en mi interior rogué que todo hubiera salido bien, sólo de esa forma podíamos seguir juntas y a salvo. Ella se dio cuenta de que la estaba mirando y se giró para verme de vuelta. Me dedicó una leve sonrisa reconfortante, aunque sabía que era un intento para mantenerme en calma. Se notaba que incluso ella estaba nerviosa.

Al llegar a la sala, nos topamos con un grupo de chicos que estaba reunido junto al televisor. Nos detuvimos a una distancia prudente para observarlos. Nos estaban dando la espalda, pero alcanzamos a ver que estaban alternando la mirada entre sus celulares y el viejo televisor. El noticiero del mediodía estaba puesto; tras ver algunos minutos, me di cuenta de que los reporteros estaban siguiendo con la programación habitual. Se explayaron hablando, como si nada, de que el gobierno otorgó ayudas para la construcción de una mega escuela pública. Bajé la cabeza desalentada. Si no estaban hablando de ello, quizás Eric no había logrado liberar la información en primer lugar.

Katheleen me abrazó para consolarme, pero entonces se separó.

—Marianne, mira —señaló entre murmullos.

Giré la cabeza a donde su mano apuntaba, pero en la televisión los reporteros seguían presentando la misma noticia. Entrecerré mis ojos confundida mientras descifraba a qué se refería.

—Los chicos —atinó a decir.

Enfoqué la vista en el grupo de chicos. Mi mandíbula se desencajó apenas descubrí que en la pantalla del celular de uno de ellos estaba el vídeo de Dhasia pausado. Katheleen y yo nos miramos en el acto.

—El testimonio era la estocada final —murmuré en medio de mi sorpresa—. Eso quiere decir que...

—Eric lo logró —concluyó con una sonrisa.

—¿Pero y las noticias?

Lo meditó en silencio durante unos segundos.

—Ven —nos acercamos a donde estaban los chicos.

—No puedo creer que no estén hablando de eso en las noticias —espetó una chica de cabello corto—. ¡Está en todos lados!

—¡Son unos cerdos vendidos! —le apoyó un chico.

—Nunca saldrá en esa cadena televisiva —Katheleen les respondió capturando la atención de todos—. Pongan el canal Uno.

La chica que tenía el control remoto le hizo caso. Tan pronto como pasamos al único canal independiente de la programación, vimos una foto de Charles junto a un titular en mayúsculas que decía Última hora: documentos filtrados causan revuelo en la Capital.

SERENDIPIA PARTE III: KATHELEENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora