Capítulo 11.

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Yo.
12:38.

Olvidé que tenía unas

cosas por hacer en casa.

Nos vemos luego ❤


Una vez enviado el mensaje a Taehyung, Jimin guardó su teléfono en su mochila y se echó a correr fuera de las instalaciones de la universidad, con el único propósito de llegar pronto a su hogar.

Su mente y cuerpo parecían no querer olvidar lo que pasó minutos atrás en el baño de la universidad, donde protagonizó una desvergonzada escena junto a ese estúpido alfa arrogante.

Nuestro alfa no es estúpido.

Su omega refunfuñó, sonando tan malditamente feliz que a Jimin se le apretó el estómago.

No es nuestro alfa.

Jimin siseó memtalmente, casi regañandose a sí mismo por querer aceptar lo que su omega le decía.

Avanzó tan rápido como pudo por las concurridas calles, sintiéndose terriblemente incómodo por las miradas curiosas y desagradables que las personas le dedicaban al descubrir que él era quien irradiaba una extraña mezcla de feromonas dulces y amargas, cargadas de excitación.

Para su suerte, el autobús que lo llevaba directo a casa pasó casi de inmediato. Jimin se subió y pagó su pasaje, sin ser capaz de mirar al chofer para saludar cortésmente. El interior estaba semivacío, por lo que Jimin decidió que sería buena idea sentarse al final, justo en los asientos que la gente parecía querer evitar.

—Escúchame bien, cachorrito... —la voz de su padre le susurró desde algún rincón de su cabeza. Jimin cerró los ojos, dispuesto a escucharle—Tú no le perteneces a nadie más que a ti mismo, ¿quedó claro?

Oh, vamos. ¡No quiero seguir escuchándolo!

Jimin se frotó el rostro con ambas manos, intentando disipar aquello que comenzaba a abrumarlo. Quería escuchar y obedecer a su padre, mas no podía. Jungkook tenía algo que le hechizó desde el primer día en que lo vio.

Es porque es nuestro alfa. Solo... solo acéptalo de una buena vez, maldición.

Su lobo rugió molesto, cansado de sus propias indecisiones.

Jimin lo ignoró, poniéndose de pie para tocar el timbre y bajar del autobús.

Cuando entró en su casa, el silencio sepulcral le dio la bienvenida. Jimin frunció el ceño extrañado, sabiendo que su padre debería haber llegado.

Lanzó la mochila a uno de los sillones y se movió para ir a la cocina, deteniéndose en seco al ver una hoja blanca sobre la mesa del comedor.

"Cachorrito, te estuve llamando pero no respondiste, así que opté por dejar esta nota. Me fui a trabajar y no creo volver hasta mañana. No alcancé a dejar nada hecho, pero si necesitas dinero, ya sabes donde hay. Cuídate, cachorrito."

Una vez que terminó de leer, arrugó el papel y lo tiró al tacho de la basura.

No se sorprendió en lo más mínimo de las supuestas llamadas de su padre. No cuando él lo tenía bloqueado por todos lados.

Sin perder más tiempo, avanzó hasta su habitación y se encerró con llave.

Soltando un suspiro cargado de vergüenza y molestia, se paró frente al espejo de cuerpo completo que había en una de las paredes de su habitación. Observó en silencio su reflejo; mejillas febriles y labios rojos. Sus ojos se entornaron y una sonrisita coqueta se instauró en su boca.

With you Ω KM.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora