Capítulo 28.

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Los últimos copos de nieve del invierno caían suavemente sobre su cabeza y hombros, desapareciendo casi de inmediato al ser absorbidos por su cabello y el grueso abrigo que lo cubría.

Hoseok se frotó las manos frías y húmedas luego de apartar la nieve de la banca, donde pretendía tomar asiento. El parque estaba iluminado, con sus árboles y césped mayormente cubiertos de blanco.

Cuando se sentó, metió sus manos dentro de sus bolsillos y dejó escapar el vaho de sus labios entreabiertos, observando todo a su alrededor mientras buscaba a esa persona que había comenzado a alegrar sus tardes de invierno.

—Hola —una voz suave y femenina le hizo girar el rostro rápidamente.

Hoseok le dedicó una pequeña sonrisa, que se desvaneció apenas apreció las heridas frescas en el rostro de ella.

Y hubo un pequeño silencio, donde Hoseok no supo qué decir o cómo reaccionar.

El viento soplaba y movía suavemente los cabellos sueltos de Jiyoon, haciendo que ella los apartara de su rostro con su pequeña mano enguantada.

Tragando saliva, Hoseok se obligó a sonreír de nuevo.

—Hola —se levantó, ofreciéndole su lugar en la banca.

Jiyoon le sonrió de vuelta. Una sonrisa tan sincera que solo provocó tristeza en el alfa.

—Gracias —se sentó lentamente, soltando un pequeño suspiro acompañado de una mueca de dolor— Lamento llegar tan tarde...

—No te preocupes —Hoseok la interrumpió, apartando la nieve de la banca para sentarse a su lado— Tampoco esperé demasiado —mintió, porque aunque se había sentado recién, había llegado hace unos cuarenta minutos atrás.

Jiyoon separó sus labios para decir algo, pero luego pareció dudarlo y los volvió a juntar. Y Hoseok la miró, apreciando bajo todas esas heridas y moretones el bonito rostro de la omega.

Fue ahí que su corazón se hundió en la miseria una vez más, recordando que él alguna vez había lastimado de igual forma a su difunto esposo. A su omega.

—¿En serio? —ella preguntó finalmente. Hoseok asintió con su cabeza— Me alegra saber eso. Yo... creí que quizás no podría venir, y estaba tan preocupada porque no sabía cómo avisarte.

Las mejillas maltratadas de Jiyoon se tiñeron rápidamente de un encantador color rosa. El sonrojo la hacía lucir más joven, además de hermosa.

Hoseok recordó entonces la primera vez que la vio; había sido en ese mismo parque y la misma banca. Él había decidido pasear una tarde, luego de sentirse miserablemente deprimido por la culpa y la pérdida de su hijo. Tomó asiento y observó a la gente pasear, todos ajenos a su dolor, viviendo una vida completamente diferente a la suya, donde quizás eran más felices y menos desdichados. Y había estado a punto de levantarse e irse, cuando Jiyoon se sentó a su lado, secando las lágrimas de sus mejillas y sorbiendo la nariz.

Hoseok no lo dudó y sacó un paquete pequeño de pañuelos desechables, ofreciéndolos y preguntándole si necesitaba ayuda. Ella aceptó amablemente los pañuelos, sonriendo con melancolía mientras sus mejillas adquirían un intenso color rosa. Se habían quedado sentados y en completo silencio, hasta que ella no pudo más y rompió nuevamente en llanto, derramado la amargura que la envolvía en ese momento, disculpándose con él por incomodarlo y explicando brevemente que no quería volver a casa, porque su alfa volvería a lastimarla.

Fue horriblemente doloroso para Hoseok recordarse a sí mismo que también practicó el maltrato físico y psicológico en alguien que no lo merecía, dañándolo hasta el punto que su omega decidió acabar con su vida y la de su hijo.

With you Ω KM.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora